23 de mayo de 2017

Mucho por hacer.


Dos evidencias: Pedro Sánchez ha ganado con claridad y el proceso de primarias en el PSOE ha sido un ejemplo de democracia directa y orden democrático. El desenlace ha sido limpio y la participación muy alta. Quienes creímos que era necesario renovar la dirección del partido tras la gestión pasada, nos equivocamos.
El sentimiento de la militancia contra la abstención en la investidura de Rajoy era más fuerte de lo que pensábamos y el contexto de corrupción del PP de las últimas semanas hizo el resto. Sin duda, hubo y hay más razones en la victoria de Pedro que tienen que ver con el debate ideológico de la izquierda y con la estrategia política futura del PSOE que también han influido decisivamente en su triunfo y que configuran el futuro para nosotros y para el país.
La primera condición de ese futuro es que mantengamos la unidad interna. Eso requiere que todos, principalmente quienes apoyamos a Patxi o a Susana, nos pongamos a disposición y ‘a la orden’, y aceptemos colaborar con la dirección en los lugares y con las responsabilidades que esta decida. La unidad exige también que la nueva Ejecutiva integre a todos y evite sectarismos vengativos que prolongarían las heridas abiertas en este proceso.
La segunda tarea es hacer un buen congreso. Los delegados, esta vez en el ejercicio de un modelo de democracia representativa, deberían confirmar las coordenadas principales del programa del nuevo secretario general y aprobar unas resoluciones ideológicamente coherentes con él. A su vez, su Ejecutiva deberá ser de integración y así ser apoyada por una amplia mayoría del  Congreso.
Ahí empezará una nueva etapa. La definición de la estrategia política de oposición será el siguiente test. El origen de la investidura y los mensajes de la campaña de las primarias comprometen a la nueva dirección del PSOE a endurecer su discurso y a rechazar los pactos con el Gobierno.Esto es lo que a priori cabe suponer, teniendo en cuenta que el sentimiento contra la abstención ha sido determinante en la nueva mayoría del PSOE y por supuesto en el discurso del nuevo secretario general. Pero, ¿Cómo hacer esto compatible con la ‘oposición útil’ que también se ha prometido? Es sabido que la utilidad viene de los pactos que consigas y de las conquistas que obtengas en esos pactos. A veces, los pactos suman oposición para vencer al Gobierno impidiendo sus planes. Pero la mayoría de las veces, los pactos se hacen con el Gobierno para arrancarle políticas o decisiones que solo él puede adoptar. Una buena muestra de esa utilidad fueron, por ejemplo, los pactos sobre el salario mínimo, la retirada de la Lomce o la aplicación de las sentencias europeas sobre las cláusulas suelo que protagonizó el PSOE estos meses pasados. Más recientemente, el PNV, con su pacto de los Presupuestos y el Cupo, es otro buen ejemplo de ‘oposición útil’.
Pero, una oposición ‘sin concesiones’ nos llevará a una pugna con Podemos en la que, me temo, ellos siempre serán más llamativos y tendrán menos límites que nosotros. Esa estrategia tiene el riesgo de que la ingobernabilidad provoque un adelanto electoral cuyos resultados nadie conoce. En esa línea, los socialistas debemos tener en cuenta un análisis imprescindible. ¿Son los 180.000 electores del PSOE el mejor reflejo de los 10 millones de votos a los que debemos aspirar? La experiencia francesa demuestra que no es así, y estoy seguro que la dirección del PSOE lo sabe y evitará esa peligrosa confusión. 
El nuevo secretario general y probable candidato a la presidencia del Gobierno debe forjar una alternativa ganadora a la derecha. Tiene formas y formación para ello. Es moderno, urbano, cosmopolita.Tiene ambición y representa un cambio generacional interno evidente sobre el PSOE del pasado.Pero necesitará ganarse la confianza de millones de españoles que no votaron el domingo. Necesitará generar solvencia y fiabilidad en la gestión de una España compleja, con la crisis territorial más grave de su historia moderna. Necesitará ser percibido como un líder capaz de gobernar una economía globalizada que asegure el crecimiento económico como condición de creación de empleo y de redistribución social. A la salida de un colegio electoral en el Lander de Renania hace quince días preguntaron a un votante por qué había votado a Angela Merkel. «Me da seguridad y progreso», dijo. Ofrecer estas dos palabras mágicas en el siglo de la incertidumbre es la gran asignatura pendiente de la socialdemocracia.
Las otras ya las tenemos acreditadas.
Pedro Sánchez quiere ser –como es natural– presidente del Gobierno y lo logrará si convierte al PSOE en una izquierda útil, no testimonial. En el testimonio y en la protesta, hay otra izquierda. Somos la propuesta, la responsabilidad, el pacto. Somos un partido del país – el que más se parece a España, solíamos decir– y nos ofrecemos a la gente como un partido a su servicio, fiables, solventes, serios, responsables. Para ser más concreto, no ganaremos las elecciones prometiendo derogar la reforma laboral del PP, sino describiendo cómo queremos el empleo del futuro. No basta con decir que defenderemos la sanidad pública, sino que debemos explicar cómo y de dónde inyectamos un punto de PIB a la joya de la corona del estado de bienestar. No ganaremos la confianza de los pensionistas si no explicamos el origen fiscal de los 10.000 millones de euros que faltan cada año para cuadrar su presupuesto. Y así podríamos seguir con nuestra propuesta de reforma constitucional cuya única posibilidad de materialización exigirá pactos de estado con el resto de fuerzas. Son solo algunos ejemplos de un proyecto reformista y realista que debe caracterizar nuestra oferta política.
No se trata de ganar las batallas retóricas de la izquierda. Ya no bastan las proclamas sociales, sino las soluciones reales a un mundo nuevo, que nos plantea cada día nuevos retos ideológicos a las viejas coordenadas del siglo pasado entre izquierda y derecha.Por supuesto, hay izquierda, pero o es nueva o quedará superada por una sociedad y unos electores que poco tienen que ver con los que nos votaban el siglo pasado. Es una izquierda moderna, valiente, que tiene respuestas a la nueva sociedad laboral, a las migraciones masivas de este siglo, a la concentración urbana en las ciudades, al envejecimiento, a la seguridad social del futuro, a los nuevos retos bioéticos, al comercio internacional, a la seguridad  cibernética… a tantas cosas. Esa es mi visión un poco apresurada y muy preocupada para el nuevo PSOE.
Desde la distancia biológica y geográfica de quien solo quiere lo mejor para él y para mi país.
Publicado en El Correo, 23/05/2017