12 de diciembre de 2016

Europa y España en Cuba.

Murió Fidel y recibió los honores del pueblo cubano. Una vez más, un pequeño país, una isla del Caribe, concentró la atención del mundo entero. ¿Qué tiene Cuba para estar en el tablero mundial tantas veces?

Desde abril de 2014 la UE viene negociando con La Habana un Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación. El lanzamiento de esa iniciativa se produjo antes de que se anunciara públicamente el deshielo de las relaciones entre EE UU y Cuba. Este acuerdo consta de tres capítulos, dedicados respectivamente al diálogo político, cooperación y políticas sectoriales, que incluyen cuestiones comerciales y acompañamiento en el proceso de modernización de la economía cubana. El acuerdo también contempla un diálogo sobre derechos humanos y democracia, si bien en estas áreas las partes han decidieron ir más despacio para que las diferencias del criterio no anulen la posibilidad de avanzar en el resto de materias.

Como señaló recientemente la Alta Representante Federica Mogherini, este acuerdo tiene carácter histórico porque abre la puerta a la confianza y la comprensión mutua entre Europa y Cuba. Aunque la UE y sus 28 Estados Miembros establecieron hace décadas relaciones diplomáticas completas con Cuba, desde que en 1996 Europa adoptó la Posición Común a instancias del Gobierno de José María Aznar, la relación con la isla había quedado severamente erosionada. La Posición Común pretendía condicionar la relación europea con Cuba al cambio de sistema político en la isla, pero en la práctica sólo consiguió congelar la interlocución con el Gobierno cubano sin obtener mejora alguna en el ámbito de los derechos y libertades de los cubanos. El acuerdo que está a punto de ratificarse deroga la Posición Común, y así inaugura una nueva época. Concluido en marzo de 2016 y adoptado por la Comisión en septiembre para su remisión al Consejo, la firma del texto está prevista para el próximo 12 de diciembre. Después deberá ser ratificado por el Parlamento Europeo, la Asamblea Nacional Cubana y los parlamentos nacionales de los Estados Miembros, sin perjuicio de su entrada en vigor en 2017.

Queda sin embargo un largo camino en este proceso. Primero debemos asegurar que el Parlamento Europeo ratifica el Acuerdo. Habrá serios obstáculos desde sectores de la derecha europea, empeñados en ver a Cuba como una mera prolongación de su odiada URSS. Igualmente, sectores de los liberales siguen obsesionados con la vieja e ineficaz Posición Común, que niega el pan y la sal al pueblo cubano en tanto en cuanto no se democratice. Creo sin embargo que habrá una mayoría favorable al acuerdo, y que seremos los socialdemócratas quienes encabezaremos esa pedagógica tarea: convencer a la mayoría de que la cooperación económica en la tímida apertura que Raúl Castro ha impulsado en los últimos años atraerá inversores, turistas, tecnología, empresas, y con ellas llegarán las libertades. Cuba necesita un sistema productivo que no tiene y Europa y España deben ser sus aliados, sus socios preferentes. Mucho más todavía si Trump interrumpe bruscamente la relación que había iniciado Obama. 

Nuestra presencia institucional y económica en la isla mengua, mientras otros actores internacionales, como Alemania y Francia, preparan un auténtico desembarco 

Cuba es un país al que nos unen vínculos históricos y emocionales, pero también comerciales, por la presencia que tradicionalmente han tenido allí sectores como el turístico y otros. Da pena advertir que el rol de España en esos cambios ha sido mínimo. Incluso apoyando oficialmente el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación que la UE estaba negociando, el Gobierno de Rajoy renunció a jugar un papel activo y visible en el mismo.
 Nuestra presencia institucional y económica en la isla mengua, mientras otros actores internacionales -incluidos países europeos como Alemania y Francia- se preparan para realizar un auténtico desembarco en Cuba. 

Estamos perdiendo la oportunidad de aprovechar nuestra afinidad lingüística, cultural e incluso de valores para asegurar un protagonismo al que nunca debimos renunciar y que a día de hoy parece cada vez más difícil de retener.

Nadie sabe cómo evolucionará la política cubana, pero muchos creemos que una economía abierta no es compatible con un régimen político cerrado y represivo. Creo firmemente que la idiosincrasia cubana acabará reclamando las libertades que les faltan hoy y que el partido comunista tendrá que hacer equilibrios para mantener el control económico del Estado y su poder político frente a la apertura de libertades y democracia que exigirá una ciudadanía abierta a las redes tecnológicas y a la economía global. Pero esa difícil travesía que ni el régimen cubano sabe bien cómo pilotar, acabará decantándose por los derechos individuales que corresponden a la dignidad humana, a la libertad y a la democracia. Ahora, eso sí, es el pueblo cubano, quien debe recorrer ese camino sin injerencias ni presiones, que sólo provocan el encastillamiento del régimen. Nuestro papel es ayudar con cooperación e inversiones, con tecnología y empresas, exigiendo el fin de la ley Helms-Burton, con afecto y solidaridad.

Aún no es tarde. Si se esfuerza, España puede ser aún el eje entre Cuba y Europa. Pero ese esfuerzo no admite más demora, porque a día de hoy ese eje está roto.

Publicado para El Pais, 12-12-2016