26 de diciembre de 2016

Nota de prensa LOMCE. 26/12/2016

Nota de Prensa. 26/12/2016.

Ramón Jáuregui pregunta a la Comisión Europea sobre las alegaciones del Gobierno para oponerse a la suspensión de la implantación de la LOMCE





El presidente de la Delegación Socialista Española en el Parlamento Europeo, Ramón Jáuregui, se ha dirigido a la Comisión Europea, ante el veto del Gobierno de España a la proposición de ley del PSOE de paralización de la Ley Orgánica para la mejora de la calidad educativa (LOMCE), para conocer si la aprobación de esta proposición supondría la retirada total o parcial de financiación por parte del Ejecutivo comunitario, tal y como alega el Gobierno de España.

El Gobierno de España incluyó la implantación de esta Ley entre las actuaciones a cofinanciar por el Fondo Social Europeo (FSE), dentro del Programa Operativo Empleo, Formación y Educación 2014-2020. La proposición de ley que se está tramitando en el Parlamento Español, a iniciativa del PSOE, suspendería su calendario de implantación, y el Gobierno de España pretende vetar su tramitación alegando que podría suponer la retirada total o parcial de su financiación por el FSE.

Por ello, y a través de dos preguntas dirigidas a la Comisión, Ramón Jáuregui pide al Ejecutivo comunitario que se pronuncie sobre la posibilidad de hacer depender la cofinanciación del Fondo Social Europeo de la aplicación de una norma educativa concreta.

Las interrogantes que se abren ante la interpretación del Gobierno español son varias, de ahí que Jáuregui plantee a la Comisión si "¿Puede considerar que España no cumple las condiciones del programa y retirar total o parcialmente su financiación por el hecho de aprobarse en el Parlamento español la suspensión del calendario de implantación de la LOMCE?.

21 de diciembre de 2016

“Europa es también la Corte de Luxemburgo”

Nota de Prensa, 21/12/2016



El presidente de la Delegación Socialista Española en el Parlamento Europeo, Ramón Jáuregui, ha declarado al conocer la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE -que acuerda finalmente la retroactividad de las cláusulas suelo de las hipotecas españolas-, que “frente a la manipulación frecuente que culpa a Bruselas de todo lo malo que viene de Europa, hoy es bueno recordar que la Corte de Luxemburgo es también la Unión Europea”.

Para el dirigente socialista, la sentencia de la Corte de Luxemburgo que quita la razón tanto a los tribunales españoles como al abogado general del TJUE, es “justa y una magnífica noticia para miles de ciudadanos que habían suscrito hipotecas en condiciones abusivas por parte de los bancos españoles”.

“Las consecuencias son claras y muy positivas para todas aquellas personas que han estado pagando intereses abusivos sobre sus préstamos hipotecarios”, ha insistido.

Para Ramón Jáuregui, el dinero debiera ser devuelto automáticamente por parte de los bancos sin esperar las reclamaciones de particulares. “Alegar hoy que esto representa un coste excesivo para los bancos me parece de un cinismo insoportable para una sociedad que ha sufrido los costes de la crisis al tiempo que crecían los beneficios empresariales que acentuaban la desigualdad”, ha concluido.

20 de diciembre de 2016

Europa después de Trump.

La victoria de Donald Trump es una mala noticia para Europa. Aunque intentemos minimizar su impacto, lo realista y lo prudente es reconocer que este cambio en la Casa Blanca perjudica a nuestros intereses y al propio proyecto europeo.
Durante la campaña electoral causaron gran revuelo sus siempre osadas propuestas, a menudo contradictorias o difíciles de llevar a la práctica. Algunos analistas sostienen que, una vez finalizada la campaña, Trump suavizaría sus iniciativas y adquiriría un discurso más institucional, obligado por su propio partido o por los check and balances del sistema democrático americano.
Sin embargo, los pasos dados por el Presidente electo hasta el momento no permiten concluir tal cosa. Es verdad que ha retirado sus amenazas de llevar a Hilary Clinton ante la justicia, que ya no habla de construir un muro en la frontera con México ni de prohibir la entrada de musulmanes en EEUU. Pero por otro lado está combinando en su equipo a representantes del republicanismo tradicional con figuras mediáticas y personajes vinculados al supremacista blanco. La mezcla permite augurar duras tensiones entre las dos almas del proyecto Trump, si tal cosa existe.

Y es que a día de hoy no sabemos cuál es el proyecto de Trump para los EEUU ni en qué consiste su visión del mundo. Si su campaña estuvo marcada por la llamada ‘post-verdad’ -eufemismo que embellece el simple hecho de fomentar informaciones tan falsas como escandalosas en Internet-, su Presidencia comienza bajo el signo de la imprevisibilidad. No sabemos cuáles de sus propuestas mantendrá y cuáles retirará. No sabemos quiénes de entre sus consejeros conseguirán llevar la voz cantante en cada asunto de la agenda, y los resultados variarán mucho en función de si son los conservadores tradicionales o los populistas radicales. Nada inquieta tanto en política internacional como un alto grado de incertidumbre marcando el paso de la principal potencia mundial; no es de extrañar que las cancillerías de medio mundo miren a Washington con mal disimulada aprensión.
También en los pasillos de Bruselas cunde la preocupación. Preocupa, por ejemplo, la proximidad de Trump a Nigel Farage y su apoyo al Brexit, una decisión británica que ha hecho crujir gravemente las costuras de la UE y cuyo resultado final aún no conocemos. Pero Trump no sólo es afín al líder del UKIP, sino también a otras figuras de la extrema derecha eurófoba. De hecho, su triunfo es valorado a menudo como símbolo del avance de los populismos. Farage, Marine Le Pen, Geert Wilders y otros líderes de ultraderecha que luchan por alcanzar el gobierno en sus respectivos países ven la victoria de Trump como una prueba de que ha llegado su momento de gloria. Aquellos de sus correligionarios que ya gobiernan -Victor Orban, Jarosław Kaczyński- consideran que el mundo entero les da la razón y observan encantados cómo Europa se pliega a sus demandas y los partidos tradicionales asumen parte de su agenda xenófoba. La vecindad ideológica de Trump con todos ellos hace temer que la Casa Blanca, que había sido una firme aliada de la construcción europea desde sus inicios, acabe apostando en esta legislatura por quienes quieren mandar a la UE al baúl de la Historia.

Ese apoyo a los antieuropeístas se hace además en el contexto de una peligrosa corriente neonacionalista que recorre Europa como un fantasma de recuerdos terribles. No podemos olvidar que la propia UE es el intento más noble y constructivo de superar los nacionalismos que tantas tragedias produjeron.

Otra de las “amistades peligrosas” de Trump que causa preocupación en Bruselas es la que mantiene con el ruso Vladimir Putin. Resulta en sí mismo chocante que el Presidente norteamericano exprese su admiración por el Jefe de Estado de una potencia nuclear que durante décadas fue la bestia negra de EEUU y que ha demostrado con creces su propensión al nacionalismo autoritario. Pero lo más grave es que a ello se suman las escasas simpatías de Trump hacia la OTAN. Al margen de otras consideraciones sobre la seguridad y defensa europeas, la cuestión es que un EEUU próximo a Rusia y alejado de la OTAN dispara todas las alarmas desde Berlín al Báltico. Y es normal, habida cuenta de los esfuerzos rusos por afianzar su poder en lo que Moscú considera su “patio trasero” -Ucrania, Georgia- y su sempiterna voluntad de influir sobre los países de su antigua órbita en Europa central y oriental.

Cuando Trump cuestiona el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte o dice “si Europa quiere seguridad, que se la pague”, nos está advirtiendo de que su Administración va a mirar más hacia dentro de EEUU que hacia fuera. Detrás de esto late una pulsión ‘doméstica’ que no es nueva en ese país; la voluntad de repliegue nacional es una corriente del republicanismo clásico que se remonta hasta George Washington.

Por si fuera poco, como suele suceder, el aislacionismo en política exterior se corresponde con proteccionismo en política comercial. Trump ya ha anunciado su intención de sacar a EEUU del Acuerdo Transpacífico (y lo ha hecho por Twitter, heterodoxo medio para un anuncio de esa envergadura; pero como sostiene Nacho Torreblanca, los populistas adoran toda herramienta que elimine intermediarios y les permita hablar directamente al pueblo, desde las redes sociales a los plebiscitos).
Además de romper un compromiso ya firmado con la Alianza del Pacífico, Trump se ha mostrado reacio a continuar con la negociación del Tratado de libre comercio entre EEUU y Europa. El TTIP está perdiendo defensores en la propia UE, y seguramente es mejorable en muchos aspectos, pero si llega a abandonarse como proyecto el libre comercio entre las dos orillas del Atlántico habrá sufrido una dolorosa derrota a manos del populismo y de los defensores del proteccionismo. Frente a quienes consideran que frenar el libre comercio atenuará las aristas más duras de la globalización, yo pienso que la falta de regulación en el comercio internacional agudiza esas aristas, y que por eso es preferible contar con algún tipo de acuerdo. Y en todo caso, estoy convencido de que a lo largo de la historia el proteccionismo sólo ha aportado al mundo guerras comerciales, y no sólo comerciales. Así pues, no me hace feliz que la principal potencia del mundo se convierta en abanderada de una causa que a medio plazo perjudicará tanto a los estadounidenses como a los europeos.

No, definitivamente la llegada de Trump a la Casa Blanca no es una buena noticia para Europa.

Publicado en Movimiento Europeo. Consejo Federal Español.

16 de diciembre de 2016

Presentación del libro: "Europa 2046. El futuro de un sueño".




Madrid (EuroEFE).- La Oficina de Información en España del Parlamento Europeo ha presentado este viernes en Madrid el libro "Europa 2046. El futuro de un sueño", una recopilación de más de cincuenta contribuciones de autores relevantes que reflexionan sobre la Europa de los próximos 30 años, al cumplirse los primeros 30 del ingreso de España en la Unión.

La presentación, celebrada en el salón de actos de la Biblioteca Nacional, corrió a cargo de los eurodiputados Ramón Jáuregui e Izaskun Bilbao, se desarrolló en presencia de varios de los autores y dio lugar a un animado debate sobre los retos que afronta la Unión Europea como la gestión de la crisis migratoria, el "brexit", el posible auge de populismos o la recuperación económica.

La UE está en vísperas de una refundación, asegura el socialista Ramón Jáuregui.



La Unión Europea deberá volcarse en incrementar sus políticas sociales, reorientar una política económica que "no ha funcionado" y negociar una salida británica del club europeo que permita mantener buenas relaciones con Londres, dijo el eurodiputado socialista Ramón Jáuregui.

"Estamos a las vísperas de una reordenación del futuro de Europa que resurgirá con la salida de Reino Unido", pronosticó Jaúregui.

El también portavoz del PSOE en el Parlamento Europeo reclamó una política social más efectiva y admitió que "Europa ha dado una mala imagen, porque los gobiernos le han atribuido lo malo y han reivindicado lo bueno como obra de ellos".

También puso énfasis en que Europa necesita trasladar a los ciudadanos los valores de justicia social y cohesión.



Sin embargo, se mostró optimista en cuanto al futuro de la Unión Europea: "Los próximos resultados electorales en Europa no alterarán el statu quo. A pesar de la fuerte presión neonacionalista y populista, Europa no va a sufrir en la esencia de su proyecto", vaticinó.

En la presentación, seguida de un debate, también participaron José María Gil Robles, expresidente del PE; y Joaquín Almunia, excomisario de la UE y exvicepresidente de la Comisión Europea, entre otras personalidades europeas.

Previamente, en Estrasburgo (Francia), en declaraciones a un grupo de periodistas españoles, Jáuregui se había desmarcado del "diagnóstico casi melodramático de la Unión" que se está haciendo en la actualidad.

Vaticinó que "dentro de un año tendremos una Europa más estable", con "esta erupción coyuntural populista", "contenida" en Francia, Alemania y Holanda, donde habrá "coaliciones políticas" de signo "europeísta"; la economía entrará en "una fase de crecimiento", que se reflejará en el empleo; habrá un comienzo de reducción de la crisis migratoria y una negociación en ciernes del "brexit".

El proyecto europeo se consolidará en 2020, según el jefe de los socialistas españoles en la Eurocámara, que no ve "marcha atrás" en la Unión Europea.

"Creo que es muy importante empezar a señalar las urgencias y las acciones que tenemos que llevar a cabo", afirmó Jáuregui, y puso como ejemplo la necesidad de dar "un giro relativamente importante a la política económica", acentuando "la flexibilización en la ortodoxia de la austeridad y reforzando el pilar social".

Apostó por "una agenda política reformista europea" y una Comisión Europea y un Consejo Europeo "eficaces ante los retos más inmediatos: agenda digital, unión energética, crisis migratoria o convenio con Ucrania".

La UE, para Jáuregui, debe ser capaz de "volver a presentarse ante los ciudadanos como una Europa que hace y que es eficaz", y que impulsa "hechos ilusionantes" como, por ejemplo, "que el salario mínimo tiene que ser el 60% del salario medio en cada país" o "establecer el seguro de desempleo para más de dos años de paro".

Escrito por Catalina Guerrero e Irene de Pablo para EuroEfe.
Fotos: Ignacio Molina, Parlamento Europeo y  PES Madrid.

12 de diciembre de 2016

"España debe liderar desde UE la nueva etapa de relaciones con Cuba"

Nota de Prensa, 12/12/2016


El presidente de los socialistas españoles en la Eurocámara se felicita de la derogación de la Posición Común y de la firma del Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación.


Tras la firma del Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación entre la UE y Cuba que acaba con el veto político que imponía desde 1996 la Posición Común, el líder de los socialistas españoles en la Eurocámara y presidente de la Asamblea EuroLat, Ramón Jáuregui, se ha felicitado del arranque de un nuevo marco de relaciones basado, por primera vez, en el diálogo y la cooperación. ”La Posición Común adoptada en 1996 por la Unión Europea a instancias del gobierno de José María Aznar solo consiguió congelar la interlocución con el Gobierno cubano sin obtener mejora alguna en el ámbito de los derechos y libertades de los cubanos. El Acuerdo que se firma hoy deroga esa Posición Común e inaugura una nueva época”, ha señalado Jáuregui

Igualmente, el dirigente socialista se ha referido al papel que debe jugar España en este proceso. “Nuestra presencia institucional y económica en la isla ha menguado en los últimos años, mientras otros actores internacionales, incluidos países europeos como Alemania y Francia, se preparan para realizar un auténtico desembarco en Cuba. Estamos perdiendo la oportunidad de aprovechar nuestra afinidad lingüística, cultural e incluso de valores para asegurar un protagonismo al que nunca debimos renunciar y que a día de hoy parece cada vez más difícil de retener”, ha lamentado Jáuregui, quien se ha mostrado covencido de que debe ser España quien, desde la UE, lidere la nueva etapa de relaciones con la Isla".

Respecto a la puesta en marcha del Acuerdo, Jáuregui ha reiterado el respaldo unánime de los socialistas al nuevo proceso "Aún queda un largo camino. Uno de los siguientes pasos es la ratificación de nuevo acuerdo en el Parlamento Europeo, y en esta etapa no carente de obstáculos, los socialdemócratas estaremos al frente”, ha declarado Ramón Jáuregui en referencia a los sectores de la derecha europea o de los liberales, que siguen obsesionados con la vieja e ineficaz Posición Común.

“Acompañaremos en esta etapa al pueblo cubano, que es quien debe recorrer ese camino sin injerencias ni presiones. El papel de la Unión Europea es ayudar con cooperación e inversiones, con tecnología y empresas, exigiendo el fin de la ley Helms-Burton, con afecto y solidaridad”, ha insistido el presidente de Eurolat.

Europa y España en Cuba.

Murió Fidel y recibió los honores del pueblo cubano. Una vez más, un pequeño país, una isla del Caribe, concentró la atención del mundo entero. ¿Qué tiene Cuba para estar en el tablero mundial tantas veces?

Desde abril de 2014 la UE viene negociando con La Habana un Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación. El lanzamiento de esa iniciativa se produjo antes de que se anunciara públicamente el deshielo de las relaciones entre EE UU y Cuba. Este acuerdo consta de tres capítulos, dedicados respectivamente al diálogo político, cooperación y políticas sectoriales, que incluyen cuestiones comerciales y acompañamiento en el proceso de modernización de la economía cubana. El acuerdo también contempla un diálogo sobre derechos humanos y democracia, si bien en estas áreas las partes han decidieron ir más despacio para que las diferencias del criterio no anulen la posibilidad de avanzar en el resto de materias.

Como señaló recientemente la Alta Representante Federica Mogherini, este acuerdo tiene carácter histórico porque abre la puerta a la confianza y la comprensión mutua entre Europa y Cuba. Aunque la UE y sus 28 Estados Miembros establecieron hace décadas relaciones diplomáticas completas con Cuba, desde que en 1996 Europa adoptó la Posición Común a instancias del Gobierno de José María Aznar, la relación con la isla había quedado severamente erosionada. La Posición Común pretendía condicionar la relación europea con Cuba al cambio de sistema político en la isla, pero en la práctica sólo consiguió congelar la interlocución con el Gobierno cubano sin obtener mejora alguna en el ámbito de los derechos y libertades de los cubanos. El acuerdo que está a punto de ratificarse deroga la Posición Común, y así inaugura una nueva época. Concluido en marzo de 2016 y adoptado por la Comisión en septiembre para su remisión al Consejo, la firma del texto está prevista para el próximo 12 de diciembre. Después deberá ser ratificado por el Parlamento Europeo, la Asamblea Nacional Cubana y los parlamentos nacionales de los Estados Miembros, sin perjuicio de su entrada en vigor en 2017.

Queda sin embargo un largo camino en este proceso. Primero debemos asegurar que el Parlamento Europeo ratifica el Acuerdo. Habrá serios obstáculos desde sectores de la derecha europea, empeñados en ver a Cuba como una mera prolongación de su odiada URSS. Igualmente, sectores de los liberales siguen obsesionados con la vieja e ineficaz Posición Común, que niega el pan y la sal al pueblo cubano en tanto en cuanto no se democratice. Creo sin embargo que habrá una mayoría favorable al acuerdo, y que seremos los socialdemócratas quienes encabezaremos esa pedagógica tarea: convencer a la mayoría de que la cooperación económica en la tímida apertura que Raúl Castro ha impulsado en los últimos años atraerá inversores, turistas, tecnología, empresas, y con ellas llegarán las libertades. Cuba necesita un sistema productivo que no tiene y Europa y España deben ser sus aliados, sus socios preferentes. Mucho más todavía si Trump interrumpe bruscamente la relación que había iniciado Obama. 

Nuestra presencia institucional y económica en la isla mengua, mientras otros actores internacionales, como Alemania y Francia, preparan un auténtico desembarco 

Cuba es un país al que nos unen vínculos históricos y emocionales, pero también comerciales, por la presencia que tradicionalmente han tenido allí sectores como el turístico y otros. Da pena advertir que el rol de España en esos cambios ha sido mínimo. Incluso apoyando oficialmente el Acuerdo de Diálogo Político y Cooperación que la UE estaba negociando, el Gobierno de Rajoy renunció a jugar un papel activo y visible en el mismo.
 Nuestra presencia institucional y económica en la isla mengua, mientras otros actores internacionales -incluidos países europeos como Alemania y Francia- se preparan para realizar un auténtico desembarco en Cuba. 

Estamos perdiendo la oportunidad de aprovechar nuestra afinidad lingüística, cultural e incluso de valores para asegurar un protagonismo al que nunca debimos renunciar y que a día de hoy parece cada vez más difícil de retener.

Nadie sabe cómo evolucionará la política cubana, pero muchos creemos que una economía abierta no es compatible con un régimen político cerrado y represivo. Creo firmemente que la idiosincrasia cubana acabará reclamando las libertades que les faltan hoy y que el partido comunista tendrá que hacer equilibrios para mantener el control económico del Estado y su poder político frente a la apertura de libertades y democracia que exigirá una ciudadanía abierta a las redes tecnológicas y a la economía global. Pero esa difícil travesía que ni el régimen cubano sabe bien cómo pilotar, acabará decantándose por los derechos individuales que corresponden a la dignidad humana, a la libertad y a la democracia. Ahora, eso sí, es el pueblo cubano, quien debe recorrer ese camino sin injerencias ni presiones, que sólo provocan el encastillamiento del régimen. Nuestro papel es ayudar con cooperación e inversiones, con tecnología y empresas, exigiendo el fin de la ley Helms-Burton, con afecto y solidaridad.

Aún no es tarde. Si se esfuerza, España puede ser aún el eje entre Cuba y Europa. Pero ese esfuerzo no admite más demora, porque a día de hoy ese eje está roto.

Publicado para El Pais, 12-12-2016

11 de diciembre de 2016

Entrevista DEIA 11/12/2016

“El PSE ha ganado con el pacto con el PNV porque le permite seguir siendo fuerza capital de la pluralidad vasca”

Bilbao- ¿Es el gobierno de coalición entre PNV y PSE la opción más adecuada?

-Es la mejor combinación política del país. Sigue expresando la pluralidad identitaria y se basa en una experiencia que funcionó muy bien y dio muy buenos resultados a Euskadi a finales de los 80 y en la década de los 90.

Idoia Mendia ha sido criticada por no informar a la gestora del PSOE. ¿Es normal negociar para luego llevar el pacto a Ferraz?

-Esas críticas no tienen importancia. Se negoció con mucha discreción, y yo soy de los que creen que una negociación de esta naturaleza lo requiere. Si hubiera más normalidad en el partido, con una dirección ya firme y no una gestora, hubiera habido más comunicación.

Desde el PP les acusaron de “venderse” por tres consejerías menores. ¿Son departamentos en los que el PSE puede lucirse?

-Creo que los departamentos dependen del consejero y del trabajo que se haga, no de la nominación de las carteras. La coalición está bien negociada. Tres carteras es una presencia proporcionada a nuestro peso y es razonable. Lo que importa es que lo hagan bien y punto.

Queda un poco lejos de la época en que el PSE ostentó el cargo de vicelehendakari.

-En el año 80 teníamos 19 diputados y el PNV 17. Ciertamente, aquella coalición tenía una fundamentación distinta. Era darle un giro copernicano a la política vasca y colocar al PNV y al lehendakari Ardanza, en quien confiábamos plenamente, al frente de la lucha contra el terrorismo. Nuestro peso explicaba que gobernáramos el 80% del presupuesto. La experiencia demuestra que las coaliciones tienen el riesgo de ser rentabilizadas por la cabeza, en este caso por el lehendakari, pero creo que en este momento al PSE también le interesa ejercer un papel que con toda seguridad será mucho más importante en coalición con el PNV que no como tercera fuerza de la oposición.

¿Han perdido algo los socialistas vascos en esta negociación? Hay quienes señalan que se han convertido en la muleta del PNV.

-Puede perder si su identidad no está suficientemente marcada en la coalición, pero creo que el PSE, a priori, ha ganado, y mucho, porque le proporciona una extraordinaria opción de seguir siendo fuerza capital de la pluralidad vasca.

Lo más controvertido se refiere la cuestión territorial y a la concepción de Euskadi como nación. ¿Hasta dónde puede llegar el PSE?

-La definición que se ha hecho es totalmente respetuosa con los puntos de vista ideológicos discrepantes del PNV y del PSE. El PSE ha aceptado que en el debate del nuevo estatus hay una parte del país que tiene una determinada concepción, que seguramente es distinta de la nuestra. Creo que el PSE lo ha hecho bien, y cuando hablamos de un nuevo estatus hay que dejar muy claro que no va a cambiar sustancialmente la vida de los vascos. Las grandes instituciones de gobierno ya están ejercidas por el País Vasco, sobre todo con herramientas como el Concierto. No estaremos nunca mejor que como estamos ahora. El autogobierno ya se está ejerciendo. Además, el nuevo estatus debe ser una oportunidad para construir un relato específico de nuestra historia reciente para integrar a la izquierda abertzale. Lo más importante es ser capaces de describirnos como país y relatar los últimos 40 años de manera común. Y que permita la inclusión de quienes combatieron a sangre y fuego el Estatuto de Gernika.

¿La batalla clave es buscar un relato común a lo sucedido en las últimas décadas?

-Sí, y para mí el instrumento es el Estatuto, que es como nuestra constitución. El reto que el pacto de coalición ha propuesto de construir un nuevo Estatuto tiene como finalidad, más que una cuestión identitaria, releernos a nosotros mismos y aprovechar este marco para contarnos nuestra verdad y que integre a la izquierda abertzale. Pero atención, sin perder a los no nacionalistas. Haríamos un pan como unas tortas si en el nuevo estatus, y por integrar a la izquierda abertzale, se pierde al autonomismo y los mal llamados no nacionalistas.

¿Es factible pensar en un bloque de izquierdas entre el PSE, Podemos y Bildu?

-La coordenada soberanista impide ese bloque. Honradamente, no lo veo posible. Debo confesar que nuestro proyecto socialdemócrata es perfectamente compatible con la concepción social que el PNV tiene de la política.

¿Qué responde a quienes dicen que se han coligado con un partido nacionalista y, además, de derechas?

-Atribuir al PNV la misma derecha ideológica que las derechas en España no es verdad. No reconocer lo que llamaríamos el interclasismo y sensibilidad social de un partido democristiano como el PNV es negar la evidencia. He convivido con ellos muchos años y más allá de algunas disputas puntuales, nunca tuvimos desavenencias en política social.

¿Ayudaría a cerrar el ciclo de la violencia acercar a los presos de ETA a Euskadi?

-Soy partidario de que eso se integre en una ecuación que pasa por la disolución de ETA. Mientras esto no se produzca, es muy difícil que haya cambios en la política penitenciaria. Soy partidario de humanizar las consecuencias de esta página tan trágica que hemos vivido durante más de 50 años, pero no soy ingenuo y acepto que el Gobierno español y el vasco reclamen previamente que ETA no esté latente.

Hablemos de su partido. ¿Se ha recompuesto el PSOE de sus heridas?

-Estamos en ello. No se ha terminado el proceso. Desgraciadamente, no podemos decir que se han resuelto los problemas porque hasta que no hagamos el congreso y elijamos una nueva dirección no será así.

La gestora del partido anuncia el congreso para antes del verano. ¿No son muchos meses con una dirección transitoria?

-Importa más hacerlo bien que hacerlo rápido. Con esto creo que lo digo todo.

Esta dilación beneficia a Susana Díaz.

-No lo sé. No entro en nombres. Creo que lo más importante en este momento es reconstruir el proyecto y en ese sentido tenemos mucho por hacer. Yo quiero una izquierda moderna, capaz de ofrecer soluciones para una sociedad cada vez más justa. Y eso, desgraciadamente en el contexto que vive la izquierda, fragmentada, no se puede construir en dos días. Por eso, quienes estamos trabajando por reconstruir el partido creemos que lo más importante es tener definido el proyecto y saber qué papel jugamos en esta legislatura complicada en la que debemos compaginar oposición con pacto y darnos el tiempo necesario para que los pactos orgánicos internos se puedan producir.

Ha dicho que no quiere hablar de nombres, pero le pregunto: ¿Susana Díaz ejerce ya de líder ‘in pectore’ del PSOE?

-No sabemos lo que va a hacer, no lo sabe nadie. Ella no ha tomado ninguna decisión, pero sí me gustaría precisar que gobernar el PSOE sin el PSOE de Andalucía es una locura.

Sigamos hablando de nombres. Si Pedro Sánchez no entra en la carrera, ¿Patxi López o Susana Sumelzo tendrían oportunidades?

-No lo sé. En este sentido tengo que ser muy parco. Además, no me interesa demasiado el debate de personas. Acepto que es importante, pero no sé lo que va a pasar orgánicamente. Sí sé que Pedro Sánchez, después de haber sido secretario general y de haber obtenido unos resultados como los que hemos tenido, y tras una tensión interna tan grave como la que hemos padecido, tiene muy difícil encarnar el futuro.

¿Se ha actuado bien con los diputados críticos? Han sido apartados de sus cargos en el Congreso y multados con 600 euros.

-Se ha aplicado el reglamento, sin más.

¿PSOE y PSC recompondrán su relación?

-Pueden ajustarse en algunas formulaciones reglamentarias, pero vamos a mantener la unidad de proyecto. De cara a Catalunya lo único que intenta resolver el grave contencioso es la propuesta de la Declaración de Granada. Y bajo este parámetro, el PSOE y el PSC tienen que seguir estando juntos. Es imprescindible que mantengamos la unidad del proyecto.

¿El PSC debe estar en la dirección del PSOE?

-Yo soy partidario de que estemos juntos en todos los sentidos, incluido el hecho de que haya compañeros del PSC en la dirección del PSOE.

Hablaron de abstención a Rajoy y luego una férrea oposición al Gobierno del PP. Sin embargo, están llegado a acuerdos.

-Debemos ser capaces de aglutinar esa labor de oposición con una capacidad de pacto. Hay cosas en las que tenemos que doblarle el brazo al PP, como la Ley Mordaza o la Ley Wert. Pero al mismo tiempo, hay media docena de cosas que van a requerir de grandes acuerdos. Si eres líder de la oposición tienes que ser capaz también de pactar. Hay espacios en los que la oposición debe ser capaz de pactar y el PSOE tiene que ser un partido de pactos. No somos un partido solo de pancarta. Podemos ir a la calle, pero desde la oposición debemos mostrarnos útiles al país.

¿Qué va a pasar con los Presupuestos? ¿Pueden ser una verdadera piedra de toque?

-Vamos a dejarle al PNV que juegue ahí. Ha habido un pacto en el techo de gasto de las comunidades autónomas. ¿Por qué? Porque gobiernan y deben hacer presupuestos. Lo que no vale es subirse a la montaña y quedarnos en la pureza del no. Eso nos hace ser un partido minoritario. Lo tiene que entender la militancia. No podemos ser los campeones de la radicalidad. Podemos ser los líderes de la oposición al Presupuesto, pero sí podemos pactar el salario mínimo.

¿Se ha arrogado ya Podemos el papel de líder de la oposición?

-Insisto en que pueden ser los líderes del no y de la calle, pero no los líderes de la oposición.

Estos días está en boga la reforma constitucional. ¿Ha llegado ya el momento de hacerla después de 38 años? Rajoy ha enfriado un tanto la posibilidad de esa reforma.

-El gobierno es más prudente en este aspecto porque teme el desencuentro y conoce la dificultad. Se les puede aceptar esa prudencia porque han hecho un giro importante, ya que durante cuatro o cinco años no han querido hablar del tema. Ahora, sin embargo, hay que ser inteligentes y ver que el PP está cambiando y está buscando algún tipo de aproximación para la reforma constitucional. Ya veremos de qué nivel y en qué términos. Nosotros tenemos que estar ahí, y el PNV va a estar ahí. La pregunta es quién del nacionalismo catalán va a sentarse a esa mesa y a tender la mano.

Dice que el PNV va estar ahí, pero Aitor Estaban advirtió de que no cuenten con ellos si la reforma no aborda la cuestión territorial de Euskadi y Catalunya.

-Euskadi y Catalunya son dos temas fundamentales, lo que pasa es que el nacionalismo debe adaptarse al siglo XXI y no pretender algo incompatible con la realidad. España ya ha aceptado que la soberanía es un valor relativo cuando ha cedido a la Unión Europea gran parte de su soberanía: la monetaria, la de fronteras, la de las competencias, etcétera. Estamos en un proyecto de gobernar la globalización. El nacionalismo catalán y vasco deben saber que la Constitución no va a dar un salto atrás al siglo XIX. La cuestión es qué Constitución podemos hacer aceptando que Euskadi y Catalunya son dos nacionalidades de una importancia extraordinaria. Y la reforma constitucional abordará esta realidad.

Una reforma que necesitará de mucha cocina, de mucho trabajo en bambalinas.

-Un trabajo enorme. Cuando veo tan claro que hay que hacer este trabajo, veo también que las condiciones en las que nos encontramos están muy alejadas del éxito. Vuelve a perderme la memoria y veo que si no tenemos el espíritu de pacto y de consenso que hubo en la Transición, es imposible hacer esta reforma. Y eso implica un ejercicio enorme de generosidad, también por parte de las comunidades autónomas, para que entiendan la singularidad vasca y catalana. Pero los nacionalistas de esas comunidades también deberán hacer un esfuerzo enorme. Todo ello me parece una tarea ingente, pero asimismo inaplazable.

Publicado en Deia, 11-12-2016

La consulta habilitante.

 
El PNV ha definido con esta misteriosa expresión su pretensión de hacer un referéndum en el País Vasco, sobre el texto acordado por las fuerzas políticas vascas y aprobado por el Parlamento vasco, para un nuevo estatuto de autonomía que sustituya al actual. Y digo misteriosa, porque no hace falta ninguna consulta que habilite al País Vasco para tramitar su reforma estatutaria. El pueblo vasco está en su pleno derecho para iniciar esa reforma con un proyecto que obtenga el máximo consenso interno –como corresponde a un texto de esta naturaleza– y sea aprobado por la mayoría absoluta de su Parlamento. No hace falta más.

Luego, naturalmente, el texto es enviado a las Cortes, negociado allí y aprobado en su caso, para ser sometido después a consulta de ratificación en el País Vasco. El referéndum vasco equivale así a la legitimación soberana de la ciudadanía, a un texto inapelable y definitivo porque ya no podría ser recurrido ni modificado (recuérdese la corrección efectuada en la ley del Tribunal Constitucional después del fiasco catalán). Dicho a la manera que gusta hoy, será su derecho a decidir en pleno cumplimiento de la legalidad.
¿Por qué entonces se ha inventado el PNV una consulta en la mitad del proceso y la ha llamado de manera tan misteriosa como confusa? Evidentemente, detrás de esta idea, hay razones que corresponden al ideario nacionalista, no siempre fácil de insertar en el ordenamiento del Estado. Se me ocurren dos.

La primera es simbólica. Un referéndum previo en el País Vasco equivale a establecer una soberanía previa del País Vasco y paralela en su momento a la que puedan establecer las Cortes en la representación del conjunto del pueblo español. En el fondo es como la contraposición de dos poderes propios, el vasco y el español, legítimos y paralelos, que negocian el texto que establece la forma de ser y de estar del País Vasco en España. Una formulación más cercana a lo confederal, que federal.

La segunda es política. Un texto aprobado en referéndum en el País Vasco no se puede alterar en su paso por las Cortes. O por lo menos es muy difícil hacerlo porque siempre se dirá desde aquí: «Esta es la voluntad de los vascos». Formalmente se negocia, pero es casi una ley de artículo único, como ocurre con el concierto económico en la que la voluntad del legislativo español no puede ejercerse porque el texto vasco resultaría casi blindado por la consulta previa. Esta es la manera ‘paccionada’ que reclama el PNV, equivalente a la llamada ‘bilateralidad’ que esgrimen los nacionalistas en este tema.

Urkullu es más prudente que otros burukides respecto a esta consulta. En su entrevista del domingo pasado, el lehendakari, reconoce que la consulta habilitante, es un objetivo del PNV y deja entrever su flexibilidad personal respeto a ella. Pero otros burukides la exigen abiertamente y los documentos del Partido en la Ponencia del Estatuto, la reivindican formalmente.

Personalmente creo que este es un tema conflictivo que debiera evitarse en la ya complicada tarea de reforma del Estatuto. Es muy difícil que esa consulta sea acordada y autorizada por el Gobierno del Estado que, de hacerlo, vería seriamente comprometida su capacidad negociadora y su deber de someter a la Constitución cualquier texto legal aprobado en el Parlamento. El ‘trámite’ parlamentario de las Cortes para aprobar el Estatuto responde no sólo a una exigencia legal inevitable, sino también a una lógica política aplastante. Es la representación estatal la que debe «ajustar» las pretensiones autonómicas al conjunto de los intereses de los ciudadanos del Estado. Es la única manera de salvaguardar principios fundamentales en el funcionamiento de un Estado moderno: la solidaridad, la cohesión, la eficiencia en el reparto competencial,... y es la única manera de hacer compatible la identidad y la diversidad de las comunidades con la unidad del Estado.

No. No será fácil que ese sea el procedimiento y por eso algunos defendemos como paso previo a la reforma estatutaria, una reforma de la Constitución como marco en el que puedan caber las demandas del autogobierno vasco y que pueda garantizar una tramitación más consensuada del texto que surja, después, del Parlamento vasco.

La reforma del Estatuto es una reivindicación del mundo nacionalista y este es mayoritario en el país. Yo no creo que sea una necesidad objetivamente importante para la ciudadanía vasca, ni creo que un nuevo estatuto nos proporcione grandes novedades en el autogobierno porque las principales competencias ya son autonómicas. Es más, creo que, en el ámbito económico y financiero, cualquier reforma será peor que el actual Concierto. Pero acepto y respeto que esa es la voluntad política de quienes han ganado las elecciones. Sobre todo, veo en esa reforma una oportunidad para cerrar la herida interna de un país que ha sufrido una tragedia por aquellos que combatieron a sangre y fuego el Estatuto de Gernika y que hoy pueden tener una extraordinaria ocasión de sumarse a un marco que lo debe ser para todos los vascos. Esa será su grandeza si lo hacemos bien.

Por eso alabo el pacto PNV-PSE y con ese espíritu advierto que la ‘consulta habilitante’ es una piedra pesada en un camino que solo hemos empezado a recorrer y que el PNV hará muy bien en no convertirla en bóveda de su anunciada voluntad de consenso en el tema. Al fin y al cabo sería una perversa operación histórica integrar a la izquierda abertzale en el marco jurídico-político común, perdiendo a quienes siempre hemos estados en el esfuerzo de compartir y defender autogobierno e identidad, aunque nuestro ideario político no fuera solo ese. Y no me refiero solo a los socialistas vascos, sino a una grandísima parte de la ciudadana vasca, mal llamada «no nacionalista».
 
Publicado en El Correo, 11-12-2016

Entrevista La Vanguardia. 11/12/2016




Exministro de la Presidencia del gobierno de España y exvicelehendakari del gobierno vasco, entre otros cargos ocupados en su dilatada trayectoria política, Ramón Jáuregui (San Sebastián, 1948) preside ahora la delegación socialista española en el Parlamento Europeo. Y ha vuelto a ser llamado, en esta ocasión por la gestora de Ferraz, para redefinir el proyecto del PSOE.

Forma parte del equipo de trabajo encargado de revisar y actualizar el proyecto y la estrategia del PSOE, sobre la base de las conclusiones de la conferencia política que usted mismo coordinó en el 2013. ¿Cuáles son las prioridades, los principales asuntos a revisar?

Se trata de construir una izquierda moderna para una sociedad más justa en una democracia más fuerte. Este sería el titular del proyecto que estamos intentando construir. Eso se articulará en torno a tres grandes relatos o ponencias. Una ponencia orgánica, que trata de definir qué partido queremos ser, qué partido tenemos, cuáles son nuestros problemas de conexión social, cuáles son los mecanismos de conexión en la fase deliberativa, decisoria, cómo atraemos talento y juventud, cómo nos abrimos a la sociedad, el modelo de partido. Luego hay un debate necesario sobre la ponencia política que describe a un partido que tiene que tener un proyecto para la España del 2020 en el marco de su regeneración democrática, de su problema territorial, de sus perfiles frente al funcionamiento de los grandes servicios públicos. Tenemos que describir al partido en el marco de una legislatura en la que somos líderes de una oposición que dobla el brazo del Gobierno a veces, y le obliga por tanto a rectificar, y que pacta con él también. Y hay una tercera ponencia económica y social que describe el futuro de un país cuyo reto sigue siendo ser competitivo en la globalización, pero que tiene que abordar gravísimos problemas de desajuste social, su cohesión social, por la desigualdad, el empobrecimiento de las clases medias y la devaluación de su mercado sociolaboral.

¿Habrá propuestas nuevas respecto a las del 2013?

El proyecto político tiene que ajustarse a una nueva realidad. Ha nacido otra izquierda, que convive con nosotros, somos oposición en una legislatura compleja, España tiene grandes problemas que necesitan grandes pactos. Esto tiene que configurar una estrategia política, de qué partido somos y qué partido queremos ser para la España que deseamos. Y eso implica novedades, claro. Especialmente en el área económica y social tenemos que recuperar confianza en la gestión económica. No se puede ser alternativa a la derecha desde la izquierda sin que la izquierda genere confianza en la gestión del crecimiento. Y tenemos que ser capaces al mismo tiempo de ofrecer soluciones a problemas estructurales graves, hay un desajuste permanente de ingreso y gasto que no puede ser eterno. Hay que reducir algunos costes que nos hacen poco competitivos, ya sea en transportes, en coste energético, inversión en I+D. Todo esto es clave para una izquierda que pretende obtener la mayoría. Porque seremos un partido de mayoría o no seremos un partido útil. Y todo eso es condición necesaria para un proyecto sostenible de recuperación de la cohesión social. En ese terreno, la conferencia política quedó muy lejos de obtener propuestas concretas que sí tenemos que ser capaces de configurar ahora.


La declaración de Granada, también del 2013, fija la posición del PSOE y del PSC en el debate territorial, con la propuesta de una reforma de la Constitución en clave federal. ¿Este documento no se tocará? ¿Tres años después sigue siendo la mejor solución, en su opinión, pese a que el proceso soberanista en Catalunya ha seguido avanzando?

Estamos tan convencidos de que este camino es el único, desde nuestro punto de vista, que no lo vamos a tocar. Nuestra voluntad es mantener el documento de Granada tal como está y que sea ratificado solemnemente por el Congreso. PSC y PSOE estamos unidos en torno a este proyecto, vamos a mantenernos en él y no vamos a retocarlo.

El Gobierno y el PSOE siguen no obstante apelando a la “prudencia” ante una reforma de la Constitución, como se pudo comprobar en la última celebración del 6 de diciembre. ¿Cuál es el principal impedimento para abrir este debate? ¿Quizá la demanda de Podemos de someter a un referéndum popular cualquier cambio en la Carta Magna?

Me preocupa mucho que Podemos tenga una mirada tan crítica sobre el pacto reconciliatorio y sobre la Constitución española. Eso me parece muy peligroso porque significa olvidar los mimbres culturales de un país que sigue necesitando de ese espíritu de pacto. Inclusive de un reconocimiento orgulloso de que lo que hicimos fue útil, y lo sigue siendo, para que en ese marco quepamos todos. Esa actitud destructiva del pacto reconciliatorio y de la Constitución española me parece muy desacertada, y espero que Podemos pueda cambiar, porque queremos contar con ellos lógicamente. La revisión de la Constitución, sin embargo, se explica no solamente en el ámbito territorial sino también en otros muchos. Pero no será nada fácil si no se recupera un espíritu semejante al que tuvieron los constituyentes en aquellos años, y España está muy lejos de ese sentimiento, desgraciadamente. El Gobierno tiene que ser capaz de instalar esa cultura, y tiene que hacerlo con una generosidad grande para suscitar un clima, un ambiente, una atmósfera favorable a esa revisión del pacto. El riesgo de que no haya acuerdo lo tienen todos, no sólo el Gobierno. Aquí el Gobierno monopoliza los temores, sin comprender que el fracaso en la negociación de un acuerdo se cargará en las espaldas de todos, también de las comunidades, los nacionalistas o las izquierdas que sean incapaces de alcanzar un marco sin comprender que una Constitución es un pacto de renuncias. Las renuncias de parte son las que hacen posible el acuerdo de todos. Me parece mucho más peligroso la pasividad que ha mantenido el PP durante cuatro años y que espero que no permanezca, que el intento, por difícil que sea. Creo que hay espíritu de cambio, y que el PP y el Gobierno van a facilitar que abordemos este trabajo aunque sea en una fase técnica inicialmente. Hay que empezar cuanto antes.

Futuro del PSOE:

"No podemos subirnos a la montaña para ser los líderes del no, porque seremos un partido testimonial”

La propuesta de creación de una subcomisión en el Congreso para empezar a debatir sobre esta cuestión no se presentará, al menos por parte del PSOE, hasta el próximo período de sesiones de las Cortes, en septiembre. ¿Cree realmente que esta legislatura será la de la reforma de la Constitución?

Debiera serlo. El reto secesionista de Catalunya es histórico, y requiere una respuesta a la altura de los tiempos. Lo podemos vencer sólo con política, con pacto. Haciendo fuerte el catalanismo no separatista. Y eso sólo se puede hacer con un proyecto generoso, e implica una reforma de la Constitución que a su vez esté basada en un pacto con Catalunya. No sólo, pero también, porque la Constitución no puede fracasar en Catalunya. Esta es una condición que hace precisamente que la responsabilidad recaiga en todos, porque si en las Cortes abrimos el espacio a este debate y tendemos la mano, alguien del nacionalismo catalán tendrá que cogerla, o asumirá la responsabilidad de que su unilateralidad lleva al barranco a Catalunya. Colocar la pelota en el tejado del nacionalismo catalán es importante cuando efectivamente desde España abramos una reforma de la Constitución que permita un nuevo Estatuto en Catalunya y que permita que el derecho a decidir de los catalanes se manifieste realmente sobre el nuevo Estatuto que surge de esa Constitución. Eso es decidir juntos. Y eso es decidir en la legalidad. Y eso es decidir sobre concretas condiciones de vida, de ser Catalunya y estar en España y no sobre una supuesta consulta en la que se manifiestan deseos. No, no, no, el refrendo tiene que ser refrendatario, plebiscitario, para que el pueblo decida sobre lo que es, sobre condiciones, no sobre deseos.

¿El acuerdo entre el PNV y los socialistas vascos puede ser un buen ejemplo a seguir?

Sí. Catalunya puede mirarse en el País Vasco actualmente, porque socialistas y nacionalistas vascos están dando un ejemplo de concebir su nacionalismo, que no es el mío, en el siglo XXI. Como bien dice Urkullu, el nacionalismo que tiene una concepción decimonónica de la soberanía está condenado al fracaso. Y en el nacionalismo independentista de Catalunya hay una concepción decimonónica, que no tiene que ver con el mundo que tenemos. El ciudadano no se levanta cada mañana mirándose al espejo para saber si es independiente, tiene que saber que realmente su estatus como catalán le permite combatir el fraude fiscal o el comercio internacional, ese sí establece condiciones de vida. La gran reflexión que una parte del nacionalismo tendrá que hacer es de qué manera da respuesta a su sentimiento identitario en el siglo XXI, en el que las grandes decisiones no las toman supuestas soberanías de pequeños países, la decisión sobre dónde se instalan las sedes centrales de las empresas, dónde se establecen las líneas de comercio entre las grandes empresas, las decisiones sobre cuál es la cadena de valor de las grandes multinacionales, dónde se instalan las tecnológicas, cuál es su fiscalidad. Todo esto que afecta a los ciudadanos cuando por la mañana se miran en el espejo, no es independencia. No, lo siento. Tenemos que ser capaces de encontrar el acomodo adecuado a un sentimiento que respeto, que es un sentimiento de comunidad de Catalunya, con manifestaciones lingüísticas incuestionables, pero tenemos que hacerlo mirando al siglo XXI. El gran reto del nacionalismo es ser capaces de encontrar el ser Catalunya en España y la manera en que relacionamos la identidad catalana en España y en el mundo.

La relación entre el PSOE y el PSC está también en revisión. ¿Cree que la mejor solución será que el PSC no tenga voto en ningún órgano decisorio del PSOE, como ocurre a la inversa? ¿Por ejemplo que el PSC no tenga voto en la elección del secretario general del PSOE?

Soy partidario de que sigamos lo más unidos que podamos. Es verdad que el estatuto del PSC con el PSOE tiene algunos desajustes. Pero yo en general prefiero que los socialistas catalanes participen en el PSOE como los demás. Cuanto más unidos estemos, mejor, porque tenemos un reto tan importante que tenemos que ser capaces el PSC y el PSOE de expresar en Catalunya y en toda España un proyecto razonable. Es muy difícil, porque la negociación de este proyecto es muy complicada. Pero PSC y PSOE somos una fuerza capital para que esto sea posible, sin nosotros no veo arreglo.

Reflexión interna

Seremos un partido de mayoría o no seremos un partido útil”



¿El reconocimiento de Catalunya como una nación nunca estará en el planteamiento del PSOE?

En el Estatuto que hicimos encontramos una formulación que la Constitución española tiene que admitir, que es la declaración en el preámbulo de un reconocimiento que Catalunya hace de sí misma. El Parlament de Catalunya ha declarado que Catalunya es una nación. Punto. Es una manifestación de Catalunya. A mí me vale.

¿Cree que las conclusiones a las que llegue este nuevo equipo de trabajo se deben plasmar en una nueva conferencia política o llevarlas directamente al futuro congreso del PSOE?

Es una decisión de la gestora, me parece instrumental. Lo que decidan me parece bien. Mi criterio es hacer tres ponencias, aprobadas en un comité federal, como texto base de discurso, en el entorno de la Semana Santa, y un fuerte debate interno en el seno del partido durante dos meses. Congreso, en el entorno de junio. Soy más partidario de hacer las cosas bien que rápido. Y con esto lo digo todo.

También el presidente de la gestora, Javier Fernández, ha anunciado que propondrá celebrar el congreso del PSOE antes del próximo verano, quizá en junio. ¿Pero cree que el PSOE puede aguantar tanto tiempo sin un líder?

Junio es una fecha razonable. Coincido con lo que dice Javier Fernández en torno a la fecha del congreso. Es que antes no se pueden elaborar los proyectos, salvo que a la gente no le importe el proyecto. Hay que elegir un líder en concordancia con el proyecto del partido que queremos ser, un partido fiable, serio, que conecte con nuestro ADN histórico en España de ser un partido ligado a las grandes transformaciones, un partido reformista, solvente. Ese es el proyecto, y el líder tiene que engarzar con eso. Las prisas no son buenas consejeras en este momento, porque además, por qué no reconocerlo, determinadas heridas que ha creado el proceso en los últimos meses hay que cicatrizar, no abrir.

¿Cuál es su apuesta en el debate del liderazgo del PSOE? ¿Ha llegado el momento de Susana Díaz, se acabó definitivamente el tiempo de Pedro Sánchez o ve conveniente una tercera vía, que pueda evitar una lucha fratricida, en la que algunos dirigentes sitúan a Patxi López?

Primero, veo difícil sostener un liderazgo futuro sobre un líder que se marchó. Y después de un año tan dramático como el que hemos vivido en el 2016. No veo que eso pueda ser el futuro. Segundo: no sé si somos conscientes de que gobernar el PSOE no puede hacerse contra Andalucía, lo cual no quiere decir que me esté manifestando por nadie, puesto que Susana Díaz todavía no ha dicho una palabra de lo que va a hacer. Es conveniente introducir el argumento de que el acuerdo orgánico es imprescindible, previamente a la elección del líder. Yo quiero un acuerdo amplio, de muchas federaciones, inclusive, a poder ser, sobre un solo candidato. Esa me parece una formulación que sostiene la unidad del partido, que cierra heridas y que conforma un partido con ganas de remontada. Es decir, un partido unido. Si eso fuera posible hacerlo, sería lo mejor.

Reforma federal

Podemos vencer el reto secesionista de Catalunya sólo con política y pacto”


¿Apuesta por tanto por la candidatura única?

Me parecería lo mejor. Si las grandes federaciones del partido pactaran sobre un solo candidato, me parece mejor, porque el partido está necesitado de esa inyección de unidad, que puede ser pactada orgánicamente por los líderes territoriales y por los gobiernos socialistas de las comunidades autónomas. Algunos compañeros se olvidan de esto. Cuando el PSOE pacta el techo de gasto, pacta porque necesita tener un horizonte financiero para las comunidades que gobierna. Eso explica nuestra posición. Nosotros no podemos subirnos a la montaña para ser los líderes del no, porque seremos un partido testimonial. Nosotros no queremos ser la mayoría de una izquierda fragmentada, queremos ser el partido alternativo a la derecha. Y eso nos obliga a hacer una apuesta en este momento por la unidad interna del partido, por cerrar estos meses que han pasado, remodelar muy bien su proyecto y encontrar un liderazgo sólido y presentarnos al país como un partido fiable, que pueda ser alternancia a la derecha española. Este es el sentido de lo que queremos ser: un partido de mayorías, con vocación de mayoría, no que rivaliza con otra izquierda para acabar con dos izquierdas pequeñas.

Publicado para la Vanguardia, 11/12/2016

7 de diciembre de 2016

Intervención comisión PANA. 7/12/2016


Pregunta para Ashish Kumar, Policy Analyst at Financial Action Task Force (FATF).




 

Ecuador y el acuerdo multipartes: una adhesión necesaria.

El pasado día 11 de noviembre se suscribió en Bruselas el acuerdo entre la Unión Europea y Ecuador, cuya negociación finalizó en julio de 2014.Ecuador se ha incorporado así al llamado Acuerdo Multipartes, que vincula a la UE, Colombia y Perú, en lo que supone un notable avance en integración entre las economías andinas y vinculación de las mismas con Europa. Dejando al margen las razones por las que inicialmente Ecuador rechazó ser parte del acuerdo, hay que celebrar la rectificación que en 2013 indujo al Gobierno de Rafael Correa a solicitar la incorporación al mismo, dando pie al inicio de las negociaciones.

El texto que se ha ratificado proporciona a Ecuador la posibilidad de acogerse al conjunto de ventajas de las que ya disfrutan Colombia y Perú en su relación con Europa, pero además resuelve un grave problema que acechaba a la economía ecuatoriana desde finales de 2014. Tras pasar a ser considerado país de renta media por la OCDE, Ecuador había dejado de ser elegible para beneficiarse del Sistema de Preferencias Generalizadas de la UE (GSM+), gracias al cual una serie de productos –pesquerías, banano, flores, café, cacao y frutas– habían venido disfrutando de exenciones arancelarias en el comercio con Europa. Ese peligro se ha ido sorteando de forma provisional en los últimos dos años, pero solo ahora quedará atrás con la entrada en vigor de este texto el 1 de enero de 2017, una vez sea ratificado por la Asamblea de Ecuador y por la Eurocámara a lo largo de diciembre. Esperemos que estos últimos pasos no resulten problemáticos.

Según el estudio de impacto realizado por la Comisión Europea en junio de 2016, el acuerdo traerá consigo un incremento del 0,4% del PIB ecuatoriano. Las exportaciones de Ecuador hacia la UE aumentarán un 30% y las importaciones, un 40%.

El texto afecta a más de 300 productos ecuatorianos que ocupan fundamentalmente a pequeñas y medianas empresas. Las pymes constituyen el 99% del tejido empresarial ecuatoriano y serán ellas quienes más se beneficien de la mejora en el acceso al mercado europeo sin costes aduaneros añadidos, de las nuevas fuentes de financiación a través de inversión extranjera y de las oportunidades de internacionalización.

A estas grandes cifras se suman los efectos positivos sobre el empleo,porque el impacto del acuerdo beneficiará mucho a sectores intensivos en mano de obra, como el pesquero o la floricultura. Además, la Comisión Europea calcula que el pacto traerá consigo un alza de los salarios de los trabajadores tanto cualificados como no cualificados de alrededor del 0,5%.

Las repercusiones del acuerdo serán proporcionalmente mayores en Ecuador que en Europa, dada la diferencia de tamaño de ambas economías. No obstante, sus efectos también serán positivos para el Viejo Continente en lo relativo a empleo, salarios y beneficios macroeconómicos. Lo serán especialmente para ciertos países y regiones, por ejemplo el norte de España, donde tienen sus factorías una serie de empresas conserveras que usan materia prima ecuatoriana, y que en 2014 vieron peligrar su continuidad por la posible pérdida de su principal proveedor, debido a la inaplicabilidad del GSM+ a Ecuador. Esas empresas y sus trabajadores tienen ahora despejado su horizonte, al igual que sus proveedores ecuatorianos.

Quiero terminar con una reflexión sobre los acuerdos comerciales, su utilidad potencial y el rechazo que despiertan en un sector de la opinión pública, especialmente entre una parte de la izquierda. El caso del tratado con Quito me parece paradigmático, porque beneficia especialmente a la parte más débil (Ecuador, y en particular sus pequeñas y medianas empresas). Ese es el objetivo de los acuerdos comerciales: abrir mercados, crear oportunidades de negocio y de ese modo generar riqueza y empleo que ayudan al desarrollo de los países. No hay Estados ricos cerrados en sí mismos, ni es posible mantenerse en el aislamiento y la autarquía a las alturas del siglo XXI. El proteccionismo solo trae consigo pan para hoy y estancamiento para mañana, como la historia se encarga de recordarnos, ya se mire a la Europa de la primera mitad del siglo XX o al Japón anterior a la era Meijí.

Sin embargo, esa y otras consecuencias negativas de la globalización –económicas, medioambientales, sociales e incluso culturales– no se conjuran combatiendo el comercio internacional e impidiendo la firma de acuerdos como el que nos ocupa. Antes al contrario, un tratado comercial bien concebido puede ser un magnífico instrumento para contrarrestar o incluso evitar algunos de los efectos perversos de la versión más salvaje de la globalización. Dicho de otro modo, pueden ser una útil herramienta con la que Estados e instituciones internacionales pongan cierto freno a la mano invisible del mercado, que el neoliberalismo desreguló hasta el exceso.

Así comenzaremos realmente a resolver los inconvenientes de la globalización sin dar de lado a sus ventajas. Por eso me alegro de que Ecuador y su Gobierno hayan decidido finalmente emprender ese camino junto a Europa. Ojalá Bolivia siga sus pasos más pronto que tarde.

Publicado para Cinco dias, 7-12-2016

27 de noviembre de 2016

Europa con Cuba.

El acuerdo con la isla se firmó en marzo, pero está pendiente de que lo ratifique el Parlamento Europeo.

Hace algo más de dos años que la Unión Europea inició negociaciones con Cuba para establecer un acuerdo de diálogo político y cooperación. Meses después, Barack Obama anunció el comienzo de negociaciones entre Estados Unidos y Cuba, que culminaron con el restablecimiento de embajadas.

El acuerdo UE-Cuba se firmó el 11 de marzo del 2016 y está pendiente de ratificación en el Parlamento Europeo, lo que no será fácil porque la derecha europea, especialmente la del Este, es profundamente anticomunista y ve en Cuba la prolongación de su odiosa Unión Soviética.

El acuerdo, es cierto, no está condicionado al cambio democrático cubano ni a la recuperación de las libertades fundamentales, más allá de un etéreo diálogo abierto sobre derechos humanos, cuyo desarrollo está por ver. Cuba no admite injerencias en su sistema político. Lo defiende con orgullo y tozudez y nada ni nadie ha podido doblar ese brazo en los cincuenta años de políticas internacionales de presión sobre el régimen. No lo lograron el boicot estadounidense y las durísimas sanciones todavía en vigor de la ley Helms-Burton. No lo lograron tampoco años y años de aislamiento, como el que propuso Aznar a la UE en 1998, la mal llamada posición común. Tampoco lo hicieron las políticas más suaves, de mano tendida y apaciguamiento, de diferentes políticos europeos, desde Mitterrand hasta Hollande, desde Felipe González hasta Zapatero. 

¿Por qué ahora? Primero, porque Cuba necesita apertura económica, inversión, desarrollo tecnológico y turismo. Los rusos nunca hicieron nada bueno por Cuba, y los venezolanos no están para ayudar. Segundo, porque Estados Unidos ha decidido abrirse a Cuba, en parte como condición necesaria para recuperar presencia política y comercial en América Latina, lo que obviamente no puede hacerse sin el pasaporte cubano, que es el icono que abre las puertas cerradas para los yanquis. Tercero, porque Raúl quiere pilotar los cambios políticos y económicos de un régimen insostenible. De hecho, todo el partido comunista cubano está estos meses enfrascado en unas sesudas discusiones sobre el futuro de su modelo económico: ¿capitalismo de Estado a la china, quizá?, ¿modelo Vietnam?, ¿modelo propio? Nadie lo sabe y nadie lo puede adivinar. Lo único que sabemos es que quieren mantener el control político de un proceso, necesariamente abierto a los mercados (cuatro cruceros americanos llegan ya cada semana a La Habana y más de cincuenta compañías aéreas negocian su aterrizaje), a los inversores (ojalá que los españoles no perdamos esta conexión), a las tecnologías (internet, la red y las televisiones ya están allí) y a los millones de personas que quieren visitar una isla tan atractiva por miles de razones.

La política internacional europea ha apostado por favorecer estos cambios. Por hacernos presentes ayudando a que una transición incierta pero inevitable traiga libertades y derechos a un pueblo cuya idiosincrasia no permitirá una economía de mercado sin democracia. Por eso creo que la mayoría del Parlamento Europeo aprobará esta acuerdo Unión Europea-Cuba y seguirá reclamando, como lo ha hecho ya en varias ocasiones, incluso el mismísimo Trump, la derogación del embargo y de la brutal ley Helms-Burton, como pasos inteligentes para que los propios cubanos elijan su mejor destino. En eso estábamos cuando murió Fidel.


Publicado en "La Vanguardia" 27/11/2016

  

¿Con qué Fidel nos quedamos?


Yo leí La Historia me absolverá con la devoción de un joven de izquierdas de aquellos años, emocionado con la revolución cubana. El alegato de Fidel Castro contra el Tribunal Cubano que le juzgaba por el asalto al Cuartel Moncada, acabó con esa frase lapidaria que sin embargo no impidió una condena de 15 años, resuelta dos años después con una amnistía, preludio a su vez de la revolución triunfante el uno de enero de 1959.
Todas las izquierdas del mundo fuimos cautivados por aquella revolución en los años sesenta pero hoy tenemos que reconocer que la libertad y la democracia sacrificadas al servicio de una igualdad relativa, no es la izquierda a la que aspirabamos. El Socialismo también es la libertad. Yo diría más, no hay socialismo sin libertad y la justicia solo puede lograrse en democracia.
Se acepta que Cuba ha construido un sistema de igualdad absoluta en la educación y una buena sanidad universal. Sabemos que médicos cubanos curan el ébola en Africa y enseñan medicina en Managua o en Caracas. Pero la revolución cubana mantiene en niveles económicos paupérrimos a sus ciudadanos y les priva de las libertades de las que gozamos en los países democráticos.
Fidel fue admirado con razón, en sus comienzos, pero no puede ser glorificado por su obra
Admirar la lucha, incluso revolucionaria, en aquella América Latina de regímenes autoritarios, injusticias salvajes y dictaduras bananeras, no quiere decir que tengamos que apoyar todas sus obras. Fidel fue admirado con razón, en sus comienzos, pero no puede ser glorificado por su obra. Cincuenta años de poder son demasiados. Que el poder lo herede su hermano, resulta sospechoso de abuso familiar. Que no haya partidos, periódicos, televisiones... libertades en definitiva, no se justifica por grandes que sean las causas de la Revolución.
Cuba está ahora buscando su propia transición, la pilota Raúl y parece que quiere abrir el país al comercio, a más turismo, a las inversiones, a la tecnología, a Internet... La UE ha firmado un acuerdo con Cuba y EE UU ha restablecido relaciones diplomáticas. Los cruceros y los aviones americanos invaden ya La Habana, a pesar de las restricciones y de las limitaciones que todavía mantienen los americanos con la isla. El partido comunista intentará controlar esta apertura económica y crear un modelo propio de capitalismo de Estado y limitaciones de libertades bajo el monopolio del Partido, pero nadie sabe si eso será posible.
Yo creo que quienes queremos a Cuba y queremos que su pueblo prospere, debemos ayudar a esta apertura, porque con ella llegaran las libertades y la democracia. No será sostenible una economía de mercado que juegue en la globalización con un sistema político cerrado y opresivo. Por eso España debe ser punta de lanza de un programa de inversiones y cooperación, entre otras cosas porque allí somos queridos y hablamos la misma lengua. Aunque los norteamericanos están a 90 km y no a 6.000 como nosotros, los lazos humanos, históricos, culturales y económicos nos favorecen frente a ellos. Cuba será lo que los cubanos quieran. Esta regla no debemos olvidarla. Debemos respetar su propia evolución. No imponerla, ni exigirla como condición de nuestra relación y de nuestra cooperación. Nunca han admitido "injerencias" en su soberanía y su orgullo revolucionario no las admitirá. Dicho lo cual, en la muerte de Fidel, bueno será recordar a su hermano Raúl aquella frase tan oportuna hoy de Abraham Lincoln: "Ningún hombre es lo suficientemente bueno como para gobernar a los otros sin el consentimiento de estos".

Publicado en 20 minutos, 27/11/2016

21 de noviembre de 2016

Entrevista Radio Euskadi. Acuerdo PNV-PSOE-EE 21/11/2016








Entrevista para el programa Ganbara, de Radio Euskadi sobre el acuerdo alcanzado por el PNV y el PSOE-EE.

Oir entrevista en este enlace.

17 de noviembre de 2016

Entrevista para "El Español" 17/11/2016


 
 
  
Muchas crisis convergen en la actual situación del PSOE: la del liderazgo, la del proyecto para España y sin duda las dificultades de la socialdemocracia europea para ofrecer soluciones atractivas en tiempos de la globalización. De ello le gusta hablar a Jáuregui para combatir la crisis del nacionalismo y el populismo que ve como grandes peligros para Europa. La victoria de Donald Trump en EEUU es una muestra más que le hace estar preocupado.
"Mi preocupación es sobre lo que destrozará el populismo si tiene la capacidad de gobernar. Porque que caerá es seguro. El problema es el daño que nos hace mientras tanto"
"Estos populismos plantean una respuesta falsa y mentirosa a unos sentimientos razonables. Le Pen le dice a los franceses: "Si salimos del euro, nuestra economía crecerá". ¿Quién lo ha dicho? ¿Dónde está escrito? "Cerremos las fronteras y no habrá terrorismo". Pero en Francia hay seis millones de personas procedentes del mundo árabe y a saber lo que le puede ocurrir mañana. Lo triste es que haya un 40% de franceses, de franceses nada menos, que le crean a esta señora. Mi preocupación es sobre lo que destrozará el populismo si tiene la capacidad de gobernar. Porque que caerá es seguro. El problema es el daño que nos hace mientras tanto", augura.
 
Jáuregui cree "se acabó para el PSOE el monopolio de la izquierda y no volverán los tiempos del 40% de apoyo electoral", según ha escrito en un artículo reciente. El eurodiputado cree que la aparición de Podemos no debe llevar al PSOE a competir por la izquierda sino a recuperar el centro-izquierda sociológico.
"Cuanto más rivalicemos por la izquierda, más débil será la izquierda. Podemos nunca ganará a la derecha. Jamás. Jamás."

¿Cómo debe mirar el PSOE a Podemos? ¿Como un aliado o como un rival?
Tenemos que ser el partido ganador a la derecha. ¿Que eso se comparte con otra izquierda? Lo acepto. Pero tenemos que ser los socialistas los que ocupemos un centro-izquierda sociológico español imprescindible para ganar a la derecha. Sin eso, seremos dos minorías de la izquierda que estaremos condenadas al testimonialismo. Hay cinco millones de españoles que votan indistintamente a partidos distintos, incluyendo de derecha y de izquierda. Hay que ganar ese centro sociológico. Yo no quiero rivalizar con Podemos sobre quién es más de izquierdas. Cuanto más rivalicemos por la izquierda, más débil será la izquierda. Podemos nunca ganará a la derecha. Jamás. ¡Jamás! Se está convirtiendo en la vieja izquierda comunista. Y digo vieja con toda la intención, porque no hay propuestas nuevas y tienen tentaciones muy peligrosas en relación con la Constitución, con la Transición, con la reconciliación española, con el sistema territorial federal español… Esa izquierda no ganará nunca y por eso asumo el reto de ser la representación de un centro-izquierda capaz de ganar a la derecha y capaz de pactar con ellos. Pero desde mi victoria, no desde mi rivalidad con ellos, que nos llevará a dos izquierdas pequeñas.

 
 


El PSOE tiene, para Jáuregui, muchos problemas. Entre ellos, el de no ayudar demasiado a los jóvenes con talento que se acercan al partido. "Tenemos que cambiar más cosas para atraer a más jóvenes que no sólo se sientan socialistas sino que además sientan la oportunidad política e incluso carrera personal", explica. "El partido tiene una necesidad imperiosa de abrirse en ese terreno y de ser un partido atractivo". Esa será parte de su función como uno de los responsables de preparar la enésima renovación del proyecto socialista. En 2013 fue el coordinador de la conferencia política del PSOE impulsada por Alfredo Pérez Rubalcaba, que perseguía actualizar al partido para el siglo XXI. Para los cercanos a Pedro Sánchez, este nuevo intento es sencillamente una manera de ganar tiempo por parte de Susana Díaz y de tratar de neutralizar al ex líder para que, fuera del Congreso y de los resortes del poder, su figura se vaya apagando. 
"Soy partidario de abrir la deliberación a sistemas online. Tenemos que permitir que la militancia no tenga que ir a la Casa del Pueblo para decir lo que opina".
Jáuregui cree que "las prisas no son buenas consejeras" y que hay que trabajar mucho en el concepto de participación política dentro del partido, pero enfocado a la deliberación.

"Las bases nos eligen para que decidamos. La democracia representativa no es una democracia depauperada sino más depurada. Soy partidario de que el conjunto de las decisiones las tomen los órganos federales y los elegidos para ello", explica frente a quienes defendían que la abstención ante Rajoy se decidiese en una consulta a la militancia. Pero antes de la decisión hay debate. "Soy partidario de abrir la deliberación a sistemas online. Tenemos que permitir que la militancia no tenga que ir a la Casa del Pueblo para decir lo que opina, que tenga mecanismos de participación deliberativos, que el partido tenga un dinamismo más frecuente desde el punto de vista de la participación, siempre a cambio de que luego la decisión la tomen los órganos, o los diputados o el Comité Federal que corresponda", explica.
 
Según Jáuregui, los militantes pueden dejarse llevar por el sentimiento, pero los dirigentes tienen la obligación de ofrecer pensamiento. Él ha reconocido que estuvo demasiado tiempo callado ante lo que pasaba en su partido y que sólo desde octubre comenzó a hacer pedagogía de la abstención en serio. 
"Ha habido más un sentimiento que un pensamiento. Durante estos meses hemos educado a nuestra militancia en una posición anti-PP y anti-Rajoy con muchas razones, pero nos ha faltado un razonamiento político consecuente."

¿Existe un divorcio entre los militantes y los dirigentes del PSOE?
 
En relación con lo que ha sido la abstención en la formación del Gobierno, sí. Yo, que he estado bastante alejado del debate hasta el mes de octubre, cuando me incorporé porque me pareció que tenía una opinión que dar, me encontré con que la militancia no me entendía y que me reprochaba en las redes mis puntos de vista. Para mí es consecuencia de que no ha habido un razonamiento político. Ha habido más un sentimiento que un pensamiento. Durante estos meses hemos educado a nuestra militancia en una posición anti-PP y anti-Rajoy con muchas razones, pero nos ha faltado un razonamiento político consecuente. Cuando hemos tenido que explicar que nuestro sentido democrático nos obliga a que si no tenemos una alternativa, tenemos que permitir que el partido ganador pueda gobernar, la gente no nos ha entendido. Inclusive cuando hemos explicado que esto era malo para España y también para el PSOE, la gente no nos entendía porque estaba en el sentimiento. Ahí hemos fallado.

El PSC y el próximo congreso

 
Jáuregui se moja sobre dos aspectos sobre los que hay en estos momentos muchas dudas. El primero es la relación entre el PSOE y el PSC, muy dañada por el "no" de los siete diputados catalanes tras haber participado su partido en la reunión que decidió la abstención. Para Jáuregui, también el PSOE tiene que hacer un esfuerzo por entender la realidad catalana, donde el PP es el quinto partido en el Parlament. "Tenemos que seguir siendo el mismo partido, tanto allí como aquí. Tenemos que adecuar algunas cuestiones en el marco de las relaciones: más lealtad por parte del PSC con el PSOE y más comprensión del PSOE de lo que ocurre en Cataluña", explica.
 
Este lunes, Javier Fernández y el líder del PSC, Miquel Iceta, acordaron crear una comisión para estudiar la relación entre dos partidos jurídicamente distintos pero políticamente muy vinculados. Según no pocos en el PSOE, si el socialismo español no tiene poder de decisión en asuntos del PSC, el partido catalán no debería estar representado en la Ejecutiva federal o votar en los congresos para elegir al líder. Para Jáuregui, los 18.000 militantes del PSC, el segundo territorio con más afiliados, deberían seguir participando en la elección del secretario general. 
Jáuregui también defiende que en el próximo congreso no haya dos candidaturas distintas sino un solo proyecto de unidad. Para él, Sánchez no es el futuro del partido.
 
 
¿Qué le parece que Sánchez haya anunciado una campaña por toda España para tratar de recuperar el PSOE? ¿Debería asumir que es el pasado?
 
Personalmente, creo que sí. Es muy poco razonable que Sánchez vuelva a ser líder del partido. Fue un honor para él, pero ya pasó. Tenemos que proyectarnos al futuro de otra manera y con otras personas.
 
¿Cuándo debería ser el próximo congreso del PSOE?
 
Calculo que será antes del verano, pero las prisas no son buenas consejeras. Hay que cerrar heridas, resituar al partido y reflexionar sobre cuál es el partido que queremos para la España que tenemos.
 
Como socialista vasco que es usted, si Patxi López se presenta, ¿le apoyará?
 
No tengo ninguna opción sobre personas. Yo lo que quiero es un acuerdo orgánico serio. Me gustaría que hubiese un solo candidato. Si lo hay, yo lo apoyaré. El partido necesita un acuerdo orgánico en torno a un líder.
 
Usted defendió en 2014 apoyar Juncker para la Comisión Europea y ha abogado abiertamente la abstención que ha dado el Gobierno a Rajoy. ¿Está a favor de negociar y acordar con el PP los presupuestos?
 
No lo veo fácil. El PSOE no está de acuerdo con los parámetros de la austeridad y de la reducción del gasto. Estamos de acuerdo con cumplir con Europa, pero no de la manera en la que lo va a hacer el PP. No veo al PSOE pactando los presupuestos, pero sí le veo pactando cosas importantes para España en las cuales la convergencia con el Gobierno es, en mi opinión, imprescindible.
 
¿De dónde se deben recortar esos 5.000 millones que exigen los compromisos europeos?
 
Hay que ingresar más. En el año electoral del 2014 el PP hizo una rebaja de impuestos con la clara intención de recuperar popularidad fiscal. Eso es lo que nos ha castigado con el déficit. Lo que hay que hacer es reequilibrar en los ingresos, no en el gasto.



 


 
Según Jáuregui, el principal objetivo económico de la socialdemocracia europea tiene que ser domar la globalización frente a los que la quieren sin reglas y los que simplemente la rechazan, algo que para él no es realista. Y buena parte del trabajo ha de hacerse fuera de España. "El problema de la socialdemocracia es que sus propuestas están contempladas en el estado-nación y hoy ya nada se decide ahí", explica. Así, de paso, se recuperará apoyo al proyecto europeo. 
 
¿Cómo se puede reconectar a los jóvenes y los desilusionados con Europa de nuevo?
 
Europa necesita como el respirar un alza de los salarios para que haya una capacidad de demanda interna mayor y para combatir la desigualdad que se ha producido en estos años. ¿Eso cómo se hace? Con un pacto de rentas y con una política que estimule esa idea. Hay que duplicar o triplicar la política keynesiana de inversiones. Tenemos que darle un poco más a la maquinita [los estímulos monetarios desde el BCE] y la Reserva Federal tiene que comprometerse más. Tiene que hacerse la unión bancaria, el mercado de capitales, la unión energética, la agenda digital...Tiene que hacerse un pilar social potente con un subsidio para los parados de larga duración, un salario mínimo más alto… Y luego hace falta un discurso proeuropeísta que conecte con los jóvenes que ya no pueden creer que Europa es la esperanza de la paz porque la paz es su horizonte. Tenemos que resolver la incertidumbre, porque estamos en una época en la que se acabaron las certezas. Las certezas de mi vida juvenil eran que mejoraba mi salario cada año, compraba mi piso, hacía mi familia, tenía un trabajo relativamente seguro, me formaba pero progresaba… Esas certezas se han acabado y estos efectos de la globalización descontrolada son los que tienen que formar parte de un discurso más europeísta para que una Europa más potente haga democratizar la globalización.

Publicado en "El Español", 17/11/2016