26 de agosto de 2015

Agur Txiki, te lo debemos.

Despedir a un amigo, sorpresiva y prematuramente fallecido, siempre duele. Escribir un pequeño epitafio para Txiki Benegas, con quien tantos socialistas vascos hemos compartido gran parte de nuestra vida, resulta imposible. Ni hay espacio para contarlo todo, ni encuentro las palabras para expresar esos sentimientos. 
Lo hago en nombre de muchos. De muchos militantes socialistas que le quisimos y de muchos ciudadanos que le votaron y que apreciaron su trabajo. Lo hago para reivindicarle y para proclamar, orgulloso, que Euskadi le debe mucho.

 No son éstos, tiempos de reconocimientos. Mucho menos a políticos, una actividad que estamos devaluando peligrosamente. No es éste un país que agradezca nada, aunque, algunas vidas hayan estado preñadas de heroísmo y de épica. Podemos ensalzar a un cocinero, encumbrar a un actor o entusiasmarnos con un deportista. Pero no acostumbramos a elogiar a un responsable público, ni siquiera cuando ya no está. Estas líneas humildes, te quieren rendir homenaje, Txiki. Y, aunque vienen del amigo dolorido por tu pérdida y del compañero socialista que vivió contigo la misma ambición de paz y de progreso para Euskadi, no por ello pierden objetividad y sinceridad.
Txiki representó en los años setenta, el cordón umbilical del nuevo socialismo vasco con las instituciones vascas en el exilio. Él mismo participó en el gobierno Leizaola recogiendo la representación del socialismo vasco de la República en el primer Ejecutivo vasco del Lehendakari Aguirre. Él organizó y modernizó el socialismo vasco de la clandestinidad hasta hacer un partido de masas, sólidamente implantado en todo Euskadi. Él negoció el primer entendimiento con el nacionalismo en el llamado Frente Autonómico al Senado, en las primeras elecciones de 1977. Él se empeñó y consiguió que Ramón Rubial fuera elegido primer lehendakari de la democracia. Él fue consejero de aquél gobierno de la preautonomía y fue figura clave en la negociación del Estatuto de Gernika.

Pero, sobre todo, Txiki fue la voz que reclamó hasta la saciedad, desde 1978 a 1987, un frente antiterrorista. El que se desgañitó durante años, diciendo que había una línea de unidad de los demó- cratas muy anterior y superior, prepolítica casi, a la que separaba a los nacionalistas de quienes no lo éramos. En los años más duros, su discurso fue constante, reiterativo, insistente: Para vencer al terrorismo, hace falta unidad. Cuando el PNV se dividió y el PSE obtuvo 19 diputados, dos más que el PNV, renunció a la Lehendakaritza para gestar el primer Gobierno de coalición de la democracia española y para alumbrar con él, el Pacto de Ajuria Enea, embrión de una unidad que exigía generosidad y esencia de una decisión de largo alcance: Dar al PNV el liderazgo de la lucha social contra la violencia. La paz, empezó a gestarse allí. 
Viví con él esos pactos y aquellas negociaciones difíciles con Arzallus y Ardanza. Le conocía bien y siempre admiré su habilidad para negociaciones imposibles, su perspicacia para ver lejos, es decir, para dibujar con precisión, las consecuencias de unas u otras decisiones y su capacidad de análisis político, su persistencia para convencer.

Txiki nació en Caracas, hijo de un nacionalista vasco exiliado. Él nunca fue nacionalista pero, siempre tuvo claro que la paz exigía el pacto con ellos y que Euskadi, debía construirse sobre la base de una alianza de pluralidad con ambas identidades. 
Hoy han vuelto esos pactos. Justo cuanto tú te vas. Ellos te despiden también, dándote la razón una vez más. Agur Txiki. Euskadi te debe mucho y, aunque muchos no lo digan, yo lo proclamo.

Publicado para El Correo, 26/8/2015

25 de agosto de 2015

Héroe de su tiempo.




Resulta paradójico que, incluso en la hora de su muerte, le sigamos llamando Txiki, como sin duda, le llamaron en su casa cuando nació. Pero siempre fue Txiki para todos en el Partido y así se quedará. Tengo cuarenta años de andanzas comunes para contarles. Desde 1973 que le conocí en San Sebastián, un verano en el que él y Gregorio Peces Barba hacían esfuerzos (no hicieron falta muchos, esa es la verdad) para “captarme”, como se decía entonces, a la militancia clandestina. Pero no les aburriré con historias personales que jalonan una amistad profunda que reivindico con orgullo. Les contaré de él solo dos cosas que explican toda una vida.

Txiki Benegas fue el joven socialista que en los años setenta articuló, organizó y modernizó el socialismo histórico vasco de la clandestinidad anterior a Suresnes (1974). A finales de los años sesenta, el socialismo militante en el interior de España era muy escaso. No es un delito reconocerlo. Algunos estudiantes de Juventudes en algunas Universidades, muchos socialistas ocultos, pocas agrupaciones, una UGT oculta en las fábricas y una organización, solo relativamente activa en Asturias, Sevilla, Madrid y País Vasco. Cuando Txiki llegó al Partido en sus tiempos de estudiante de Derecho de Valladolid, el País Vasco tenía nombres y poco más: Ramón Rubial, Nicolás Redondo, López Albizu…en Vizcaya. Amat en Vitoria; Enrique Múgica, Martín Santos, Carlos Corcuera… en San Sebastián.

El PSOE vasco que en 1974 en París gestionó el salto histórico al interior y a la modernidad española de aquellos años y construyó la alianza con el Sur (Pacto del Betis lo llamamos), era ya muy otro. Es a Txiki a quien le debemos la construcción de una verdadera organización entre 1970 y 1977 con nuevos líderes, muchas Agrupaciones (Bilbao, Éibar, Irún, San Sebastián, margen izquierda, etc.). Él lo puso todo, su tiempo, su juventud, su despacho de abogado, su entrega, su enorme capacidad de persuasión, sus dotes negociadoras, su intuición y su perspicacia. Todo. En su despacho nos reuníamos, allí recogíamos la propaganda, allí llevábamos a los nuevos militantes. Salvo la multicopista, allí estaba todo. Ahora cuando nos llaman “casta”, recuerdo aquella entrega y… sonrío,

Txiki Benegas fue también el hombre del Pacto con el Nacionalismo vasco. El que gestó una alianza de enorme recorrido político en Euskadi, de trascendencia histórica aquellos años, la clave en el inicio del fin de la violencia de ETA. Él era hijo de un nacionalista vasco exiliado por la Guerra Civil a Venezuela. De hecho, nació allí, en Caracas. Recogiendo la antorcha del socialismo vasco presente en el Gobierno vasco del exilio, entró a formar parte de él, junto a Juan Iglesias y José Antonio Maturana. La lucha contra ETA aquellos años horribles (1978 a 1986), era una batalla perdida. Estábamos solos. España estaba sola y aislada en Euskadi. Txiki clamaba por un “Frente Democrático contra ETA”. Él era la voz que pedía unidad contra la violencia. La construyó cuando ganó las elecciones de 1986 y renunció a ser lehendakari por un gobierno de coalición en el que el PNV y en particular el lehendakari Ardanza, encabezara, protagonizara, la lucha contra el terrorismo.

Allí cambió todo. Con el Pacto de Ajuria-Enea y con los gobiernos de coalición PNV-PSE, que se han reanudado ahora. Fueron años duros, pero fueron los mejores. Allí empezó a gestarse la paz, dando al nacionalismo vasco el liderazgo social contra unos terroristas que mataban en nombre de y por Euskadi. Txiki estuvo allí. Él fue el político generoso que renunció, el negociador brillante que pactó. A él se lo debemos. Él fue el héroe de aquel tiempo.

(Foto: Santiago Jímenez)
Publicado en El País.

2 de agosto de 2015

Transparencia fiscal: los informes, país por país.

El pasado miércoles 8 de julio de 2015, el pleno de la institución que representa al conjunto de los ciudadanos europeos aprobó en primera lectura la Directiva sobre Derechos de los Accionistas, la cual incluye, entre otros aspectos, la obligación de las empresas cotizadas de realizar informes desagregados país por país.

El informe, cuyo ponente ha sido el eurodiputado socialista Sergio Cofferati, ha sido duramente combatido en su trámite en comisión por los grupos popular, conservador y reformista, y liberal.

No es ésta una cuestión baladí, sino un gran avance en materia de transparencia fiscal, particularmente en el caso de los informes anuales de las grandes empresas multinacionales. Como señala la ONG Tax Justice Network, estos documentos contienen numerosos datos económicos y financieros, incluyendo "beneficios, ingresos, préstamos y número de empleados", entre otros. Sin embargo, hasta la fecha, al menos en Europa, no existe obligación de presentar esta información desagregada a nivel de país, de manera que, de acuerdo con la misma fuente, estos números se camuflan bajo epígrafes "globales o regionales".

De esta manera, los accionistas y el público en general no pueden conocer con exactitud en qué estados o jurisdicciones opera la empresa, cuántos ingresos y beneficios se realizan en cada país, y en cuál se tributa. Dicho de otro modo, el statu quo actual coadyuva a esconder de la mirada de los ciudadanos los esquemas de planificación fiscal agresiva que se articulan con la única finalidad de tributar en países distintos de donde se obtienen los beneficios.

Si las empresas multinacionales tributaran, efectivamente, donde facturan, la famosa competencia fiscal en el impuesto de sociedades perdería relevancia: el famoso tipo del 12% de Irlanda se aplicaría solamente a los beneficios que generara la compañía en ese país, y no al conjunto de su facturación global.

Aunque muchas empresas tienen filiales en varios países, una buena parte de los beneficios son trasladados a la jurisdicción que interesa (a menudo, un paraíso fiscal) mediante el abuso de los llamados "precios de transferencia". Este sistema opera con el supuesto de que la filial "compra" los productos a la matriz para su distribución, por ejemplo, en España. De esta manera, se reducen los beneficios en este país y, en consecuencia, su tributación. Este mecanismo es típicamente utilizado con fines de elusión fiscal y ha merecido la atención de la OCDE.

Este problema no se va a resolver con los informes país por país ni con el intercambio automático de información entre Estados miembros sobre las resoluciones fiscales acordadas o negociadas entre empresas y administraciones fiscales nacionales (los famosos tax rulings destapados por LuxLeaks) que ha propuesto la Comisión, pero suponen dos pasos de gigante en la transparencia fiscal, lo que permitirá descubrir más fácilmente determinados esquemas de ingeniería financiera, así como una mejor rendición de cuentas en el marco de la Responsabilidad Social de la empresa.

Sorprende, eso sí, que una parte de la derecha europea haya intentado torpedear este informe. Ahora resta una difícil negociación con el Consejo para aprobar el texto definitivo de la Directiva.

Con todo, para erradicar las malas prácticas empresariales descritas, es preciso al menos armonizar el cálculo de la base del impuesto de sociedades, para que se calculen de la misma manera los beneficios en toda la Unión, aunque difiera el tipo del gravamen en cada país. Esta armonización elimina los incentivos a recurrir al uso abusivo de los precios de transferencia, siempre que la base armonizada incluya una fórmula adecuada de consolidación y reparto; esto es, de acuerdo con el principio de tributar en proporción a la facturación en cada país.

En este sentido, la Directiva para el establecimiento de la Base Consolidada Común del Impuesto de Sociedades incluye una fórmula más compleja de reparto, aun cuando se encuentra desde hace años paralizada por los vetos nacionales en el Consejo (la Comisión acaba de anunciar la presentación de una nueva propuesta de Directiva para tratar de llegar primero a un acuerdo sobre el cálculo de la base, y dejar para más adelante la cuestión de la consolidación).

Todos los elementos reseñados (informes país por país, tributación equitativa, etc.) forman parte de los trabajos de la Comisión Especial sobre fiscalidad que se estableció en el Parlamento Europeo tras el escándalo de LuxLeaks, la cual presentará sus conclusiones a finales de año. El resultado de la votación del 8 de julio debe estimular la articulación de una ambiciosa y comprensiva estrategia europea contra el fraude y la elusión fiscal.

Publicado en Huffington Post, 31/7/2015