2 de abril de 2010

Fin de ETA y negociación.

Mantienen algunos dirigentes del PP una malévola sospecha sobre las intenciones de Zapatero respecto a ETA. Su argumento es conocido: como mantuvo negociaciones con ETA en 2006 y las sostuvo hasta después de la T-4, en cuanto pueda volverá a hacer lo mismo para lograr el fin de ETA. Mayor Oreja, en su obsesiva acusación, relaciona ese fantasmal intento con las próximas elecciones generales de 2012, suponiendo que en tal caso el fin de ETA daría la victoria electoral a Zapatero y al PSOE. Hay dos precisiones que conviene hacer en tan delicado y espinoso tema.


La primera se refiere a la sesgada interpretación que intencionadamente hace el PP del frustrado proceso que, entre 2004 y 2007, nos tuvo a las puertas del final de la violencia. Muy al contrario de esa valoración, la mayoría de la población pensó, y piensa, que se hizo lo que se debía y que se hizo bien. Los resultados electorales del PSE en las autonómicas del año pasado lo atestiguan y el propio Mayor se traiciona en su razonamiento atribuyendo a una negociación semejante un éxito electoral seguro no sólo en Euskadi, sino en España entera. ¿Es eso lo que realmente teme? Pero incluso suponiendo que el común de la ciudadanía estuviera equivocada, ¿de dónde se obtiene la conclusión de que el proceso de paz de 2006 fue un error? Ya es hora de decir que, en gran parte, hoy hablamos del fin de ETA porque en aquel proceso el Gobierno agotó hasta la extenuación las posibilidades de la paz y cargó a ETA con todas las responsabilidades de la ruptura. Fue la firmeza en no ceder a las pretensiones políticas antidemocráticas de los terroristas lo que derivó en el atentado de Barajas, y fue la arriesgada defensa del proceso que se mantuvo en 2007 lo que obligó a ETA a darlo por definitivamente roto en julio de ese año, asumiendo así la total y única responsabilidad de la reanudación de la violencia ante las cancillerías del mundo, las pocas organizaciones internacionales que todavía les apoyaban, sus presos, sus electores, la izquierda abertzale y la opinión pública en general. Tan evidente es que desde entonces ETA ha entrado en una irreversible decadencia que bien puede afirmarse que, si no hubiera habido un proceso de paz como el que tan equivocada como malintencionadamente critica el PP, hoy no estaríamos hablando del final de ETA con tantas y tan reiteradas razones.

La segunda precisión es más delicada porque alude a la manera en que unos y otros contemplamos el final de ETA. El PP antepone simplificada y demagógicamente un supuesto final 'por derrota de ETA' a un final por negociación que atribuye a los socialistas, incluyendo en él las más perversas intenciones partidistas y las más indignas condiciones. Yo creo que ya es hora de que el PP abandone este espantajo. Primero porque mantiene estas afirmaciones contra toda evidencia. El mismo día en que Zapatero acude a París para acompañar a los policías franceses en el asesinato por ETA de uno de ellos, después de que se haya detenido a casi quinientos miembros de ETA desde que rompieron la tregua, entre ellos tres de sus sucesivas cúpulas políticas y militares, y en las vísperas de una reforma legal para cerrar los resquicios a la participación electoral de sus brazos políticos, sostener que se está negociando con ETA es sencillamente ridículo. En segundo lugar, porque 'la derrota de ETA' ya se ha producido, lo que no asegura el fin total de su actividad terrorista. Éste, el cierre de la persiana de ETA, como metafóricamente hemos descrito tantas veces ese final soñado, sólo se producirá cuando ellos -sólo ellos- quieran hacerlo y esa decisión sólo será consecuencia del desistimiento. Trabajar para que ese desistimiento interno se produzca es la única estrategia inteligente para conseguir la paz. Y en eso estamos cuando desmantelamos comandos, cerramos a cal y canto la casa de la democracia a los totalitarios o intensificamos la colaboración con Francia y Portugal para destruir su retaguardia. Pero, junto a ello, hay que reiterar la oferta de la democracia para que hagan política, para que defiendan con los votos sus objetivos y rompan con ETA o les convenzan de que lo dejen, que es el mensaje que día sí, día también les lanza Rubalcaba. Buscar ese final es parte de la estrategia antiterrorista y eso no significa 'negociar', como peyorativamente califica el PP esos intentos.

Desgraciadamente, lo más probable es que no haya ese final. Mucho me temo que toda esta especulación se quede en un feo juego interpartidario porque ellos, los que están escondidos en cuatro pisos de Francia, los que mantienen el control de todo este entramado, los que manejan los 'hierros' seguirán prisioneros de su violencia y no serán capaces de asumir su derrota y el fin de su trágica historia. Asistiremos así a un proceso más gradual de violencia residual y declinante, sin que nadie pueda ni deba atribuirse méritos de un final feliz o de fórmulas taumatúrgicas que nadie tiene. Por eso me parece que está de más pretender engañar a los ciudadanos con promesas de paz tan falsas como su pretenciosa firmeza.

El Correo, 2/4/2010