3 de octubre de 2009

El PSE-EE ante el espejo.

Es comprensible que el texto de la ponencia del PSE-EE en su VI Congreso sea breve y un poco triunfalista. Las tareas del Gobierno impiden a veces las reflexiones orgánicas e ideológicas y la conquista de la Lehendakaritza ha arrastrado a los redactores del debate congresual hacia una cierta euforia, propia de un objetivo tan deseado. Pero el poder en política no otorga sólo oportunidades, sino que principalmente acarrea más responsabilidades. Y ése será el estado de ánimo de los socialistas vascos este fin de semana en su cita congresual que, a buen seguro, enriquecerá la ponencia original.
Algunas circunstancias objetivas deben presidir nuestro análisis:


Primera. Gobernamos sin mayoría. El Gobierno vasco de Patxi López está construido sobre un acuerdo con el PP, cuya legitimidad democrática nadie discute, pero no debemos olvidar que el partido ganador de las elecciones fue el PNV y que sólo su política de frentismo y radicalidad nacionalista de los últimos diez años le impidió forjar alianzas de mayoría. Gobernamos, pues, sobre un arco parlamentario difícil y con signos de división identitaria peligrosos.

Segunda. El partido que sustenta nuestro Gobierno es nuestro antagonista ideológico (izquierda frente a derecha) y rivaliza encarnizadamente con nuestro partido en el espacio político español. Es verdad que Euskadi es diferente y que el PP vasco ha dado muestras generosas e inteligentes de su apuesta por el pacto vasco, pero las proximidades electorales en 2011 (locales) y 2012 (generales) representan, objetivamente, escenarios de riesgo a la estabilidad.

Tercera. Gobernamos en plena crisis económica. Una caída de la recaudación que ronda el 20%, unas diputaciones forales en manos del PNV que reclaman inversiones y niegan aportaciones y un nivel de protección social parangonable a los Estados del Bienestar nórdicos, que crece en gasto con el aumento del paro, dibujan un panorama para la gestión económica del presupuesto vasco más cercano a la cuadratura del círculo que a las florituras financieras.

Cuarta y por último. El socialismo democrático vive momentos de dificultad ideológica. No tanto en España, donde seguimos siendo un partido del 40% del electorado, pero sí en toda Europa. La socialdemocracia europea está siendo erosionada por todos sus flancos: liberales en la radicalidad de los derechos ciudadanos, verdes en la economía sostenible, izquierdas tradicionales y extremas, y hasta por los demócratas-conservadores, como Sarkozy o Merkel, que abanderan la intervención del Estado en la economía y limitan los excesos de los mercados ocupando el discurso reformista de los socialistas. Renovar nuestras señas de izquierda democrática, sin perder nuestra identidad, en un mundo globalizado y crecientemente complejo es una necesidad vital, no sólo en Berlín, Londres y París. También debemos hacerlo en Bilbao, San Sebastián y Vitoria.

De manera que nuestra hora triunfal ocupando Ajuria Enea debe ajustarse a los filtros exigentes de esta realidad. Es, sobre todo, la hora de la responsabilidad histórica para un socialismo vasco que se ha ganado a pulso esta oportunidad, pero que hoy se mira al espejo de su respuesta ante ella. Pero, oportunidad, ¿para qué? Para hacer natural, aceptable y conveniente el cambio político en Euskadi; para gobernar Euskadi de otra manera; para abrir y enriquecer humanamente nuestro partido; para reforzar el papel institucional y político del PSE-EE entre los vascos y para hacer posible una mayoría social en favor de nuestros valores y aspiraciones en el conjunto de la sociedad vasca. Nada de todo eso se conseguirá sin una buena gestión, honrada, eficaz, renovada y progresista de la política vasca en los próximos años desde Ajuria Enea. Algo parecido a lo que hacen muchos socialistas vascos desde ayuntamientos y alcaldías muy importantes que nos dan la responsabilidad de gobierno local de más del 50% de los ciudadanos de Euskadi.

Hemos empezado haciéndolo bien. Dando naturalidad y seriedad al cambio político en el Gobierno vasco. Esto es importante porque se han roto muchos mitos y prejuicios sobre el pretendido carácter nacionalista de algunas instituciones vascas, o su reserva exclusiva para los partidos nacionalistas. La alternancia democrática era una asignatura pendiente de nuestros últimos treinta años y la forma tranquila y rigurosa en la que se ha producido la transmisión del poder ha sido el primer éxito. Lo mismo puede decirse del liderazgo en la lucha contra el terrorismo. La capacidad de convocatoria y de liderazgo en la respuesta a los atentados, el acompañamiento a las víctimas, la firmeza contra la subcultura de la violencia, son cambios incuestionables de este gobierno que están protagonizando acertadamente el lehendakari y su consejero de Interior.

Otro gran perfil del Gobierno vasco debe ser gobernar para todos. Eso implica también una predisposición al pacto con las otras fuerzas políticas. Un Gobierno vasco que acuerde con los otros, es decir, con los que piensan diferente y persiguen otros objetivos, es la mejor expresión del cambio, después de la política de acuerdos nacionalistas contra quienes no lo somos, sufrida desde 1998. Por eso algunos hemos defendido la inconveniencia de una moción de censura en Álava o consideramos inoportuna la fijación de una política de alianzas unívoca con el PP. El socialismo vasco debe llegar a las elecciones forales/municipales abierto a alianzas múltiples con la misma libertad con la que se moverán entonces el PP y el PNV. La centralidad en nuestra política de alianzas es algo que no debemos perder y al Gobierno de Patxi López debe caracterizarle su mano tendida, su alejamiento del frentismo, su predisposición al acuerdo y su voluntad de pacto en todo y con todos.

Hay que remarcar una actitud de defensa de los intereses vascos en todas las mesas y ante todos los interlocutores. En el Concierto vasco, en el desarrollo del autogobierno, en EITB y en la Ertzaintza, en los sectores económicos y en los colectivos ciudadanos. El Gobierno socialista de Euskadi debe estar en la primera línea de la defensa de los vascos, aunque para ello tenga que enfrentarse a otras instituciones del mismo signo político pero de diferentes intereses territoriales. Pero hay que hacerlo negociando y pactando, huyendo de planteamientos maximalistas y aceptando nuestra inserción política en España y en Europa, asumiendo sus consecuencias y avanzando de manera posibilista y pragmática en el autogobierno y en las soluciones a la crisis económica.

Hay que aprovechar el Gobierno vasco para hacer extensión del compromiso del PSE-EE con los elementos identitarios del país, especialmente en el ámbito cultural y lingüístico. Aquí es donde tenemos que hacer visible el vasquismo del PSE-EE, un término que parece de perogrullo, pero que tiene un significado concreto en nuestra fracturada comunidad. Tenemos que hacerlo a nuestra manera, sin ese componente nacionalista que nos ha privado tantos años de una cultura compartida e integradora de nuestros rasgos culturales y lingüísticos. Con moderación y consenso, desde la base del reconocimiento del pluralismo sociológico del País Vasco y de su bilingüismo. Pero si fuéramos capaces de lograr pactos en estas áreas y de dar otro enfoque a todas estas materias marcando un perfil constructivo integrador, moderado y consensuado, tanto en la enseñanza, como en la universidad y en la cultura en general (incluyendo el deporte), casi habríamos justificado la legislatura.

El otro gran apartado de nuestra gestión debe ser el área formación-empleo-empresa. Euskadi tiene en ese triángulo su corazón económico. Somos un gran país porque tenemos una gente muy capaz, muy responsable, muy emprendedora. Pero no basta. El gran esfuerzo modernizador de Euskadi en la sociedad de la información debemos hacerlo aumentando la calidad de los conocimientos de nuestros universitarios, construyendo un sistema integrado de I+D+i (empresa-universidad-centros tecnológicos) y fomentando y mejorando la formación profesional de nuestros trabajadores (ocupados y parados). En esas áreas hay que fijar un programa ambicioso que atraiga la mayor parte del esfuerzo inversor de los próximos años, comprometiendo a sus grandes protagonistas en un gran pacto por la innovación y la diversificación productiva de nuestra economía.

Esa gestión política y la que -mucho mejor que yo- día a día extenderá el Gobierno vasco, merecen un relato. Un relato político articulado, congruente, construido sobre cuatro o cinco ejes que configuran un discurso que debe exponer y divulgar el lehendakari, sus consejeros, sus altos cargos y todo el Partido Socialista de Euskadi. Así convertiremos nuestra responsabilidad, en una verdadera oportunidad para el país.

El Correo, 3/10/2009